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NOTAS PARA UNA EXÉGESIS NUMEROLÓGICA (Hechos 10,40-43)

 

¿Qué aporta la consideración numerológica de un texto? Aparte de resaltar la dimensión estética del mismo, nos ayuda a profundizar en cómo la realidad de las cosas se refleja en los signos que componen el lenguaje, abriendo así un nuevo campo de investigación: el del contenido que el simbolismo numérico incorpora al sentido literal.

 

De este modo, mediante la clave abajo expuesta, cabe añadir a cada uno de los vocablos que componen un texto un suplemento de sentido derivado del número de orden de las letras que lo forman, de la suma de los mismos y del resto de su división por 9. Por ejemplo, el término “Dios”, que traduce al griego ο θεος, tiene como valor el número 354, que, reducido a 9, da 3. Y, según la clave en cuestión, 3 se lee “cuerpo del espíritu del espíritu”, pues, dentro del novenario del “espíritu”, constituye el nivel más complejo del primer ternario.

 

Llegaremos así a asignar a cada texto o pasaje un contenido basado en la mayor o menor complejidad de su valor numérico, lo que equivale a su mayor o menor alejamiento de la unidad (el puro “espíritu”) y, por tanto, del “principio”.

 

Observamos cómo el primer novenario es el del “espíritu”; el segundo, el del “alma”; y el tercero, el del “cuerpo”. A su vez, dentro de cada uno de los novenarios, el primer ternario es el más “espiritual”; el segundo, el más “psíquico”; y el tercero, el más “corpóreo”. Por último, dentro de cada ternario ocurre algo análogo: el primer nivel representa el “espíritu” en su propio ámbito, en tanto que al segundo corresponderá el “alma”; y al tercero, el “cuerpo”.

 

Evidentemente, “espíritu” es sinónimo de “principio” y de “simplicidad”, en tanto que “cuerpo” lo es de “fin”, “término”, “complejidad”, mientras que “alma” ocupa una posición “intermedia” entre “principio” y “término”, “simplicidad” y “complejidad”.

 

Sin embargo, no podemos pasar por alto una pregunta fundamental: ¿Pueden los niveles “ontológicos” de las palabras, basados en su valor numérico, determinar el nivel ontológico de la realidad que designan? No, puesto que realidades muy dispares poseen idéntico valor númerico.

 

No obstante, a la vista de la riqueza de las lenguas más originarias (las ideográficas), resulta imposible sostener la arbitrariedad del signo lingüístico. Por ello parece razonable la hipótesis de que exista una analogía entre el nivel ontológico derivado del sentido literal de un vocablo y el conectado con su valor numérico.

 

40 Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,

τουτον 1190(2) ο 70(7) θεος 284(5) ηγειρεν 181(1) τη 308 (2) τριτη 718 (7)ημερα 154(1) και 31(4) εδωκεν 884 (2)αυτον 821(2) εμφανη 604(1) γενεσθαι 283(4)…Suma de restos a 9 (38). Y, en último extremo, 2, número del contraste o del conflicto. Ahora bien,  el número 2 pertenece al 1º ternario del 1º novenario, el del “espíritu”, y se leerá: aee, es decir, “alma del espíritu del espíritu”.

 

 

41 no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.

ου 470 (2)παντι 441(9) τω 1100(2) λαω 831(3) αλλα 62 (8)μαρτυσιν 1101(3) τοις 580(4) προκεχειροτονημενοις 1863(9) υπο 550(1) του 770(5) θεου 484(7) ημιν 108(9) οιτινες 645(6) συνεφαγομεν 1324(1) και 31 (4)συνεπιομεν 910(1) αυτω 1501(7) μετα 346(4) το 370 (1)αναστηναι 621(9) αυτον 821(2) εκ 25(7) νεκρων 1025(8)…Suma de reducciones :112, que, reducido a su vez, da 4. De acuerdo con la clave abajo expuesta, pertenece al 2º ternario del novenario del “espíritu” y se lee: eae, o sea, “espíritu del alma del espíritu”.

 

42 Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.

και 31(4) παρηγγειλεν 295(7) ημιν 108(9) κηρυξαι 599(5) τω 1100(2) λαω 831(3) και 31(4) διαμαρτυρασθαι 1177(7) οτι 380(2) αυτος 971(8) εστιν 565(7) ο 70(7) ωρισμενος 1475(8) υπο 550(1) του 770(5) θεου 484(7) κριτης 638(8) ζωντων 2007(9) και 31(4) νεκρων 1025(8)…Suma de reducciones:115. Y el resto es 7, número que pertenece al 3º ternario del novenario del “espíritu” y se lee: ece, “espíritu del cuerpo del espíritu”.

 

 

43 Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre».

 

τουτω 1870(7) παντες 636(6) οι 80(8) προφηται 1069 (7)μαρτυρουσιν 1671(6) αφεσιν 766(1) αμαρτιων 1302 (6)λαβειν 98(8) δια 15(6) του 770(5) ονοματος 801 (9)αυτου 1171(1) παντα 432 (9)τον 420(6) πιστευοντα 1416(3) εις 215(8) αυτον 821(2)….Suma de reducciones (98). En cuanto al resto, se trata del número 8, que nos recuerda la “eternidad” del 8º día. Y el total del pasaje Hech 10, 40-43 tiene por resto el número 21, que, a su vez, se reduce a 3. Número que pertenece al 1º ternario del novenario del “espíritu” y se lee cee, a saber, “cuerpo del espíritu del espíritu”.

 

Clave

(Ojo! Esta clave sólo se aplicaría íntegramente a la reducción del texto hebreo; para el griego sólo valdría el 1º novenario)

 

 

Novenario del “espíritu”

 

    1………..eee

2………..aee  1º ternario(“espíritu del espíritu”)

3…………..cee

 

4……….eae

5……….aae  2º ternario (“alma del espíritu”)

6……….cae

 

7……….ece

8……….ace  3º ternario (“cuerpo del espíritu”)

9……….cce

 

Novenario del “alma”

 

10……..eea

11……..aea  1º ternario(“espíritu del alma”)

12……..cea

 

13……..eaa

14……..aaa  2º ternario (“alma del alma”)

15……..caa

 

16……..eca

17……..aca  3º ternario (“cuerpo del alma”)

18……..cca

 

Novenario del “cuerpo”

 

19………eec

20………aec  1º ternario(“espíritu del cuerpo”)

21………cec

 

22………eac

23………aac  2º ternario (“alma del cuerpo”)

24………cac

 

25………ecc

26………acc  3º ternario (“cuerpo del cuerpo”)

27………ccc

 

 

*Abreviaturas: e…“espíritu”/a… “alma”/c… “cuerpo”.

 

* Para el castellano, nos servimos de la traducción de la Librería Editrice Vaticana. Para el cálculo de los valores numéricos mayores del texto griego, hemos utilizado el programa “Numerical Bible”, de Joseph Aréchiga.

 

DENOMINACIÓN DE LOS 27 NIVELES

DENOMINACIÓN DE LOS 27 NIVELES

NOVENARIO del «espíritu»

Alef-1….eee
Beth-2….aee TERNARIO «espíritu del espíritu»
Guímel-3..cee

Dálet-4…eae
He-5……aae TERNARIO «alma del espíritu»
Vau-6…..cae

Záyin-7…ece
Jeth-8….ace TERNARIO «cuerpo del espíritu»
Teth-9….cce

NOVENARIO del «alma»

Iod-10….eea
Kaf-11….aea TERNARIO «espíritu del alma»
Lámed-12..cea

Mem-13….eaa
Nun-14….aaa TERNARIO «alma del alma»
Sámek-15..caa

`Ayin-16..eca
Phe-17….aca TERNARIO «cuerpo del alma»
Tsáde-18..cca

NOVENARIO del «cuerpo»

Qof-19….eec
Resch-20..aec TERNARIO «espíritu del cuerpo»
Schin-21..cec

Táu-22….eac
K.f.-23…aac TERNARIO «alma del cuerpo

M.f.-24-cac

N.f.-25…ecc
Ph.f.-26..acc TERNARIO «cuerpo del cuerpo»
Ts.f.-27..ccc

Abreviaturas:
e……..espíritu
a……..alma
c……..cuerpo

NOTAS PARA UNA EXÉGESIS NUMEROLÓGICA DE HECHOS 10, 40-43

¿Qué aporta la consideración numerológica de un texto? Aparte de resaltar la dimensión estética del mismo, nos ayuda a profundizar en cómo la realidad de las cosas se refleja en los signos que componen el lenguaje, abriendo así un nuevo campo de investigación: el del contenido que el simbolismo numérico incorpora al sentido literal.

 

De este modo, mediante la clave abajo expuesta, cabe añadir a cada uno de los vocablos que componen un texto un suplemento de sentido derivado del número de orden de las letras que lo forman, de la suma de los mismos y del resto de su división por 9. Por ejemplo, el término «Dios», que traduce al griego ο θεος, tiene como valor el número 354, que, reducido a 9, da 3. Y, según la clave en cuestión, 3 se lee «cuerpo del espíritu del espíritu», pues, dentro del novenario del «espíritu», constituye el nivel más complejo del primer ternario.

 

Llegaremos así a asignar a cada texto o pasaje un contenido basado en la mayor o menor complejidad de su valor numérico, lo que equivale a su mayor o menor alejamiento de la unidad (el puro «espíritu») y, por tanto, del «principio».

 

Observamos cómo el primer novenario es el del «espíritu»; el segundo, el del «alma»; y el tercero, el del «cuerpo». A su vez, dentro de cada uno de los novenarios, el primer ternario es el más «espiritual»; el segundo, el más «psíquico»; y el tercero, el más «corpóreo». Por último, dentro de cada ternario ocurre algo análogo: el primer nivel representa el «espíritu» en su propio ámbito, en tanto que al segundo corresponderá el «alma»; y al tercero, el «cuerpo».

 

Evidentemente, «espíritu» es sinónimo de «principio» y de «simplicidad», en tanto que «cuerpo» lo es de «fin», «término», «complejidad», mientras que «alma» ocupa una posición «intermedia» entre «principio» y «término», «simplicidad» y «complejidad».

 

Sin embargo, no podemos pasar por alto una pregunta fundamental: ¿Pueden los niveles «ontológicos» de las palabras, basados en su valor numérico, determinar el nivel ontológico de la realidad que designan? No, puesto que realidades muy dispares poseen idéntico valor númerico.

 

No obstante, a la vista de la riqueza de las lenguas más originarias (las ideográficas), resulta imposible sostener la arbitrariedad del signo lingüístico. Por ello parece razonable la hipótesis de que exista una analogía entre el nivel ontológico derivado del sentido literal de un vocablo y el conectado con su valor numérico.

 

40 Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,

τουτον 1190(2) ο 70(7) θεος 284(5) ηγειρεν 181(1) τη 308 (2) τριτη 718 (7)ημερα 154(1) και 31(4) εδωκεν 884 (2)αυτον 821(2) εμφανη 604(1) γενεσθαι 283(4)…Suma de restos a 9 (38). Y, en último extremo, 2, número del contraste o del conflicto. Ahora bien,  el número 2 pertenece al 1º ternario del 1º novenario, el del «espíritu», y se leerá: aee, es decir, «alma del espíritu del espíritu».

 

 

41 no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.

ου 470 (2)παντι 441(9) τω 1100(2) λαω 831(3) αλλα 62 (8)μαρτυσιν 1101(3) τοις 580(4) προκεχειροτονημενοις 1863(9) υπο 550(1) του 770(5) θεου 484(7) ημιν 108(9) οιτινες 645(6) συνεφαγομεν 1324(1) και 31 (4)συνεπιομεν 910(1) αυτω 1501(7) μετα 346(4) το 370 (1)αναστηναι 621(9) αυτον 821(2) εκ 25(7) νεκρων 1025(8)…Suma de reducciones :112, que, reducido a su vez, da 4. De acuerdo con la clave abajo expuesta, pertenece al 2º ternario del novenario del «espíritu» y se lee: eae, o sea, «espíritu del alma del espíritu».

 

42 Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.

και 31(4) παρηγγειλεν 295(7) ημιν 108(9) κηρυξαι 599(5) τω 1100(2) λαω 831(3) και 31(4) διαμαρτυρασθαι 1177(7) οτι 380(2) αυτος 971(8) εστιν 565(7) ο 70(7) ωρισμενος 1475(8) υπο 550(1) του 770(5) θεου 484(7) κριτης 638(8) ζωντων 2007(9) και 31(4) νεκρων 1025(8)…Suma de reducciones:115. Y el resto es 7, número que pertenece al 3º ternario del novenario del «espíritu» y se lee: ece, «espíritu del cuerpo del espíritu».

 

 

43 Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre».

 

τουτω 1870(7) παντες 636(6) οι 80(8) προφηται 1069 (7)μαρτυρουσιν 1671(6) αφεσιν 766(1) αμαρτιων 1302 (6)λαβειν 98(8) δια 15(6) του 770(5) ονοματος 801 (9)αυτου 1171(1) παντα 432 (9)τον 420(6) πιστευοντα 1416(3) εις 215(8) αυτον 821(2)….Suma de reducciones (98). En cuanto al resto, se trata del número 8, que nos recuerda la «eternidad» del 8º día. Y el total del pasaje Hech 10, 40-43 tiene por resto el número 21, que, a su vez, se reduce a 3. Número que pertenece al 1º ternario del novenario del «espíritu» y se lee cee, a saber, «cuerpo del espíritu del espíritu».

 

Clave

 

Novenario del «espíritu»

 

 

1………..eee

2………..aee  1º ternario(«espíritu del espíritu»)

3……….cee

 

4……….eae

5……….aae  2º ternario («alma del espíritu»)

6……….cae

 

7……….ece

8……….ace  3º ternario («cuerpo del espíritu»)

9……….cce

 

Novenario del «alma»

 

10……..eea

11……..aea  1º ternario(«espíritu del alma»)

12……..cea

 

13……..eaa

14……..aaa  2º ternario («alma del alma»)

15……..caa

 

16……..eca

17……..aca  3º ternario («cuerpo del alma»)

18……..cca

 

Novenario del «cuerpo»

 

19………eec

20………aec  1º ternario(«espíritu del cuerpo»)

21………cec

 

22………eac

23………aac  2º ternario («alma del cuerpo»)

24………cac

 

25………ecc

26………acc  3º ternario («cuerpo del cuerpo»)

27………ccc                    

 

 

*Abreviaturas: e…»espíritu»/a… «alma»/c… «cuerpo».

 

* Para el castellano, nos servimos de la traducción de la Librería Editrice Vaticana. Para el cálculo de los valores numéricos del texto griego, hemos utilizado el programa «Numerical Bible», de J.Aréchiga.

EVOCANDO A SANTA TERESA

 

Vuestra soy, para vos nací:

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Soberana Majestad,

eterna Sabiduría,

Bondad buena al alma mía,

que hoy os canta amor así:

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Vuestra soy, pues me criásteis;

vuestra, pues me redimísteis;

vuestra, pues que me sufrísteis;

vuestra, pues que me llamásteis;

vuestra, porque me esperásteis;

vuestra, pues no me perdí;

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Véis aquí mi corazón,

yo le pongo en vuestra palma:

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición.

Dulce Esposo y Redención,

pues por vuestra me ofrecí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Dadme muerte, dadme vida,

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz crecida,

flaqueza o fuerza cumplida,

que a todo digo que sí:

¿Qué queréis hacer de mí?

 

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Si queréis que esté holgando,

quiero por amor holgar;

si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando:

decid dónde, cómo y cuándo,

decid, dulce Amor, decid:

¿Qué mandáis hacer de mí?

LOS NIVELES DE CONCIENCIA EN EL VARÓN Y EN LA MUJER (Notas astrológicas)

 

        

 

 (Nos restringimos a Sol y Luna y a los ejes relacionados)

    

LOS POLOS EN PRESENCIA:

 

                        VARÓN

 

Sol………………………………….Luna

Apogeo solar……………………apogeo lunar

Perigeo solar……………………perigeo lunar­

Nodos desde eclíptica……….nodos desde órbita lunar.

 

 

                        MUJER

 

Luna…………………………………Sol

Apogeo lunar……………………..apogeo solar

Perigeo lunar……………………..perigeo solar

Nodos desde órbita lunar…….nodos desde eclíp­tica.

 

 

En ambos casos, claro está, los puntos de referencia son el Ascendente y su regente a través de los ángulos que forman con los distintos polos.

 

     Hasta aquí el esquema básico, contemplado estáticamente. Otra cuestión es temporalizar los umbrales evolutivos: se tra­ta entonces de buscar las direcciones que forman el Ascendente y su regente con los polos en cuestión para una época determinada. Así, por ejemplo, en el caso del varón: Sol….Lu­na(tránsitos de la Luna formando aspectos con la posición del Sol y viceversa; los primeros habrá que medirlos tomando como ciclo de referencia el mes y sus divisiones; los segundos con­viene referirlos al ciclo anual/apogeo solar….apogeo lunar y pun­tos opuestos(en este caso los únicos tránsitos a considerar son los del eje lunar sobre el solar, pues el movimiento de éste último apenas es perceptible:el ciclo global dura aquí 8,84 años)/nodos desde eclíptica….nodos desde órbita lu­nar(hay que considerar el movimiento del eje nodal, cuya dura­ción es de 18,59 años, y los ángulos que forma con su posición natal).

Algo semejante cabe decir de un tema astral femenino, aunque el orden de referencia sea inverso. Y siempre el punto de aplicación más rápido es el Ascendente, cuyo ciclo es de 24 horas. A la vista de lo anterior, llegamos al siguiente

 

                   MODUS PROCEDENDI

1)Se establece el tema en cuestión y se toman como referencia el Ascendente y su regente, así como las posiciones de apogeo solar, apogeo lunar, perigeo solar, perigeo lunar, nodo ascendente y nodo descendente.

 

2)Se calculan los aspectos del Ascendente y su regente a los otros 6 factores. Los aspectos en cuestión representarán la índole na­tal y, por consiguiente, los ángulos más «naturales» en el proceso de toma de conciencia de sí(Hasta aquí la dimensión estática).

 

3)Sol….Luna(tránsitos lunares a la posición natal del Sol, y solares a la de la Luna, todos los cuales intensificarán el contacto entre ambas polaridades).

 

4)Apogeo solar….apogeo lunar y perigeo solar….perigeo lunar. Calcular los tránsitos de ambos extremos del eje de la «Luna negra» sobre los del eje del «Sol negro»: el ciclo global es de 8,84 años.

 

5)Eclíptica….órbita lunar(tránsitos de ambos nodos sobre sí mismos al cabo de 18,59 años)

 

6)En cualquier caso, particularizar mediante el movimiento del Ascendente y de su regente en relación con los 6 factores.

 

Nota: al igual que hacemos uso de los tránsitos, podemos utilizar las progresiones.

 

7) A lo largo de la vida se repite el proceso completo(medido por el movimiento del eje nodal) varias veces. Lo importante es trasponer el simbolismo de las distintas etapas a los niveles adecuados. Hablando en general, tales etapas serán:

 

a)Sol….Lu­na(o Luna….Sol, en la mujer):primera aproximación e integra­ción de los polos en presencia.

 

b)segundo nivel de integración, caracterizado por el afrontamiento de las esferas globales masculina y femenina, tanto en la vertiente de «ausencia» como en la de «presencia».

 

c)tercer nivel de integración y, propia­mente hablando, de «fusión»  entre lo masculino y lo femenino, de manera que el tránsito de «Cabeza» y «Cola del Dragón» so­bre los otros dos factores los conduce a la «fusión de los opuestos» y, por consiguiente, a la experiencia de la unión última.

 

Se trata de valorar tales etapas en lo que tienen de aproximación a la experiencia trascendental última.

 

 

         Nota sobre el eje nodal y los eclipses

     Los nodos son lugares de fusión. Llega­dos Sol y Luna a latitudes próximas, se producirá el eclipse de uno de ellos, por lo que no puede hablarse propiamente de fusión entre ambos, sino de «absorción» del uno por el otro. A­sí, en el eclipse lunar, el «alma» es «absorbida», ocultada o «asimilada» por el «espíritu»; a la inversa, en el eclipse solar es el «espíritu» el que es «absorbido» o «asimilado» por el «alma». Dinámicamente no se puede hablar, por tanto, de una «fusión de los opuestos», pero sí estáticamente, es decir, como superposición de órbitas en los nodos.

NODOS LUNARES Y NIVELES DEL PENSAR (II)


Nodo ascendente=fusión interiorizada/Nodo ascendente=fusión exterior o pasiva/Punto medio del hemisferio ascendente=separación máxima antes de la fusión exterior/Punto medio del hemisferio descendente=distancia máxima anterior a la fusión interiorizada.

El segundo supone, por tanto, la distancia alma-espíritu anterior a la fusión interior; el primero expresa la distancia anterior a la fusión exterior. Parece lógico pensar que el segundo, comprendido en el hemisferio descendente, simboliza el aspecto que favorece la unión interior; el primero, comprendido en el hemisferio superior, simboliza el aspecto vertido hacia la unión exterior. El segundo es el momento y el lugar en que «lo de arriba» va a descender; el primero es el momento y lugar en que «lo de abajo» va a ascender.

Por tanto, el segundo designa la fase distanciadora del «para-sí»; el primero habrá que referirlo a la fase de aproximación del mismo. Semejanza con las «puertas solsticiales», de las cuales la que sigue a la fase ascendente del Sol es «humana» o «descendente», y la otra, «divina» o «ascendente».

Por consiguiente, hay dos puntos en los que la sensación de división o de distancia es máxima: las mitades de una y otra semicircunferencia, o sea los aspectos de cuadratura. En cambio, en ambos nodos el sentimiento de fusión es máximo. Es verdad que ambas experiencias de fusión se distinguen claramente entre sí(una es activa; la otra, pasiva). Pero también se distinguen las experiencias de separación: una viene de la unidad del principio y, por tanto, supone un distanciamiento, a la vez que una pérdida de la «subjetividad»; la otra va hacia ella desde la unidad del punto medio.


En rigor, el acoplamiento fenomenológico puede ser evocado de un modo bastante directo por cualquier pareja planetaria(Sol‑Luna, Marte‑Venus, etc.), por cualquier par de casas opuestas(en especial I‑VII)y, sobre todo, por cualquier eje nodal, en donde el nodo descendente simbolizará el principio de la epojé, la necesidad de abandonar el mundo «natural», ya se trate de 0ºLibra, punto de contacto exterior entre el ecuador y la eclíptica, es decir, entre el ámbito del «cuerpo» y el del «espíritu», ya hablemos de la «Cola del Dragón», punto de contacto exterior o pasivo entre el «alma» y el «espíritu», ya hagamos referencia al contacto exterior entre el plano del horizonte y la eclíptica, a saber, al Descendente, que señala la fusión entre el «cuerpo individualizado» y el «espíritu». En cuanto al nodo ascendente, señalará la plena posesión de la epojé o, al menos, el ejercicio consciente de la misma, bien sea 0ºAries como punto de contacto interior entre «cuerpo» y «espíritu», o la «Cabeza


del Dragón», contacto interior y activo entre «alma» y «espíritu»; o bien el Ascendente, que es el contacto interior o activo entre el «cuerpo individualizado» y el»espíritu».

Viene a propósito a nuestra memoria el esquema antropológico de S.Ireneo, que empareja cuerpo y espíritu y coloca al alma en una posición secundaria, como vehículo otorgado al hombre con vistas a su existencia intramundana. Como en el sistema astrológico, el alma(Luna) cumple un papel intermediario entre el cuerpo(Tierra) y el espíritu (Sol). El cuerpo ha de ser guiado por el alma hasta el espíritu. Lo cual se expresaría astrológicamente mediante el contacto entre cualquiera de los dos extremos del eje de los equinoccios y cualquiera de los nodos, esto en el macrocosmos, o bien entre Asc. o Dsc. y cualquiera de los nodos, en el microcosmos. Así se producirá el contacto «espíritu»(plano de la eclíptica)‑»cuerpo»(plano del horizonte) a través del «alma»(plano lunar). (continuará)




SOBRE LA COMPOSICIÓN Y DESCOMPOSICIÓN DEL ENTE HUMANO

-Si la muerte viene definida como una separación entre alma y cuerpo, eso quiere decir que el ente humano se compone de dos dimensiones: invisible y visible, espiritual y corpórea, inmaterial y material. Por tanto, la muerte crea una separación entre ambos mundos, entre “esencias” y “hechos”, unidad y multiplicidad. Si, durante la vida terrestre, participamos a la vez de ambos mundos, tras la muerte sólo queda el mundo espiritual. Ahora bien, si el cuerpo no es de por sí mortal, sino que hubiera podido vivir indefinidamente al participar del “árbol de la vida”, parece lógico suponer que algo del cuerpo permanece tras la muerte, algo a partir de lo cual se construye el “cuerpo glorioso”, un “esquema” al que llamamos “doble” y que, en cierto modo, captamos como el “aire” de la persona, que establece la continuidad entre las distintas edades o épocas del cuerpo.

-En efecto, ¿qué es lo que otorga su unidad al cuerpo en medio de los cambios celulares? Esa unidad es la que hace que el cuerpo sea el mismo a través de los cambios. Y si el “cuerpo glorioso” ha de ser el mismo que teníamos en la tierra, aunque en distinto estado, habrá que decir que el paso por la muerte no destruye totalmente el cuerpo físico.

-Es verdad que la transformación que implica la muerte no es la misma que la que se produce de una época a otra, sino una mucho mayor y en la que la mismidad del cuerpo queda sin apoyatura terrestre. Pero si hemos de concebir la posibilidad de un cuerpo “glorioso” (como de un espíritu “glorioso”, cosa que, con frecuencia, se olvida identificando la vida del espíritu “glorioso” con la del espíritu sin más al modo platónico), habrá que suponer en el cuerpo una potencialidad, una potentia oboedientialis, sobre la cual actuará en su momento el poder divino. No es posible, por tanto, alcanzar la vida eterna por las propias fuerzas y al margen de aquella potentia.

-Así, pues, tanto en el espíritu como en el cuerpo ha de existir esa potentia, la cual hará posible el tránsito de la “naturaleza” a la “sobrenaturaleza”. Y la posibilidad de un “cuerpo glorioso” no se basa únicamente en la existencia del “doble”, sino en la obediencialidad del mismo, de un modo análogo a como la posibilidad de un espíritu glorioso no se basa en la pura dimensión inmaterial del mismo. De no existir el orden sobrenatural no se podría hablar de espíritu glorioso, sino de una inmortalidad de alcance limitado, como de una corporalidad limitada a las estribaciones del “doble”.

-“El primer Adán es terreno; el segundo, celeste”, nos dice san Pablo, y prosigue: “el primero fue hecho alma viviente; el segundo, espíritu vivificante”.

-Por consiguiente, el primero viene constituido por un cuerpo vivificado por el alma. Colocado en la encrucijada de optar por Dios o rechazar su mandato, perdió la posibilidad de participar de la gracia divina y, por tanto, de la Divinidad.

-El segundo Adán, Cristo, es un compuesto de cuerpo y alma asumido por el Verbo. Aunque no se hubiera producido la caída, la encarnación del Verbo hubiese tenido lugar.

-Por tanto, la creación de Adán supone la animación de un cuerpo. Para entender la filogénesis conviene relacionarla con la ontogénesis. ¿Qué significa esto? Que, en virtud del principio de totalidad, todo ente participa a su modo del entero macrocosmos. Por tanto, en su cuerpo se refleja la jerarquía de éste, figurada por la sucesión de los “cielos” planetarios y que se resume en la de los tres reinos. Se trata, pues, del cuerpo más elevado de la creación material. Lo que no significa que el cuerpo sobre el que incide el soplo creador haya pasado previamente por todas las especies o que haya pertenecido a una de ellas, en su caso, por la de los antropoides.

-Por otra parte, si el ente humano es una síntesis de la creación, dicha ontogénesis se aplica de un modo principal a la constitución de su cuerpo. Del mismo modo, su alma ha de ser un resumen del universo invisible, que entra en conjunción con aquel cuerpo que sintetiza y trasciende los tres reinos. De ahí el papel central que se atribuye al ente humano.

-Resulta lógico entonces suponer que si la creación de dicho ente es instantánea, su desarrollo implica tiempo, a fin de poner en marcha las posibilidades primero materiales y después espirituales de su ser. Y semejante desarrollo reflejará las características del mismo, de manera que lo que podemos llamar su estructura se manifestará de modo sucesivo en las etapas de su génesis.

-Carece de sentido que un ente, permaneciendo el mismo pase por todos los estados del ser, como no sea de manera analógica. Por ejemplo, es absurdo que un antropoide pierda su identidad y se convierta en humano al cabo de una evolución más o menos larga. Y es que la identidad de un ente no puede cambiar; tan sólo es concebible un despliegue de sus posibilidades.

-El fenómeno de la generación como ocasión para comprender el origen del ente humano. Si todo ente humano viene de un padre y una madre en cuanto al cuerpo, es claro que los primeros progenitores tuvieron otro origen, divino, por cuanto no es posible que viniesen de un no-vivo. En cuanto al alma o espíritu del ente humano, es evidente que hubo de ser creado por Dios, puesto que se trata de algo inmaterial.

-La noción de “limo de la tierra” sobre el que incide el hálito divino se esclarece en cierto modo a partir del fenómeno de la generación: lo que viene de los padres es justamente el “limo”, mientras que el espíritu procede de Dios (y aquí podríamos extraer las consecuencias de la estructuración del ente humano expuesta en distintos lugares del blog).

VIDA PÓSTUMA Y TEMPORALIDAD

-Es claro que la existencia tras la muerte no está sometida al mismo ritmo temporal que la actual. Sin embargo, el principio de analogía nos dice que alguna temporalidad existe mientras no entremos en la eternidad, al fin del mundo. Para concebirla habremos de apoyarnos en el simbolismo astrológico, expresión visible de cualquier plano de existencia. Y esto quiere decir que el esquema de casas derivadas sirve de apoyatura para entender las distintas etapas de la existencia póstuma. Son lo que podríamos llamar episodios purgatoriales. ¿Cómo entender el transcurso del tiempo en el purgatorio? Mediante la aplicación de los tránsitos y progresiones, a sabiendas de que el ritmo del tiempo es muy diferente del terrestre. Siempre se trata de captar el esquema global que marca el ritmo.

Evidentemente, las consideraciones anteriores sólo indican las líneas maestras de lo que puede ser la vida póstuma y sus principales etapas y obstáculos. Como es lógico, el tema astral de la existencia póstuma es el del instante de la muerte, conjeturable con más o menos exactitud, pero no previsible.


¿Cuándo viene en rigor, la eternidad? Aquí hay que distinguir entre la suerte del espíritu y la del cuerpo. Es lógico pensar que el primero se une a Dios inmediatamente después de la muerte si se trata de la vida de un justo. Esto no significa que esa persona haya alcanzado en el momento de la muerte su situación definitiva(tal cosa ocurrirá cuando se reúna con el cuerpo). En cuanto a éste último, sólo resucitará al fin del mundo, es decir, cuando se agote el número de personas que ha de venir a él o, lo que es igual, sus posibilidades. ¿Quiere ello decir que la eternidad viene después de la vida terrestre? ¿Qué sentido tiene semejante posterioridad? Evidentemente, no significa que la eternidad sea algo así como un tiempo posterior al tiempo, lo cual carecería de sentido, sino más bien que la vida terrestre es un preludio de la eternidad o una conditio sine qua non para alcanzarla. Por eso al justo que goza de la visión beatífica le resulta comprensible y accesible la vida de este mundo; en cambio, los habitantes del mundo terrestre sólo tienen, en el mejor de los casos, un acceso limitado.

Lo fundamental: 1) Exponer la constitución del hombre y los distintos estados de conciencia/2) Especificar etapas en cada uno (a sabiendas de que representan campos en donde ha de alcanzarse la perfección, ya sea de manera activa o pasiva, y refiriéndose al desarrollo simultáneo de espiritu y cuerpo).

Un punto importante: Comprender que espíritu y cuerpo están ligados hasta la muerte y que, a partir de ahí, entran en un nivel de espera o de pasividad. Si el cuerpo se desintegra (no así el esquema corpóreo), el espíritu, que no puede sufrir la misma suerte (por inmortal), se «dispersa», «confunde» o «distrae»(a no ser que se halle unido a Dios). Si la vida es unión progresiva entre ambos, la muerte es separación.

Hipótesis razonable: Vida terrestre: 1ª parte de la vida: predominio del cuerpo; 2ª parte, primacía del espíritu/Vida póstuma: 1ª fase: espiritual, 2ª parte: corpórea(resurrección).

-Muerte como colapso del cuerpo, seguida de descomposición del cadáver.

-Paso a otro plano de existencia.

-Comprender ese paso a la luz de la constitución del ser: realidad grosera-cuerpo; realidad sutil-alma/realidad informal-espíritu.

-O, mejor: formal-cuerpo; informal-espíritu; mediación-alma.

-En este mundo: los tres factores/ al fin del mundo: espíritu+cuerpo resucitado(ver en este blog el esquema de Bardet sobre los estados del ser); intervalo: espíritu+alma espiritual.

Importante: No concebir la muerte a la manera de una liberación del cuerpo, como si éste fuese un obstáculo para el espíritu, sino como una destrucción temporal del compuesto humano o, al menos, de algunas de sus capacidades. Como tal, deja al espíritu abandonado a sí mismo y a sus propios poderes; no es que pierda la inmortalidad (alusión clara en Macabeos), pero ésta no es su condición final, al estar siempre referido al cuerpo.


-¿Cabe hablar de evolución en el estado purgatorial? No, sino únicamente de purificación por el Espíritu. De ahí el carácter pasivo de tal existencia si se la compara con la terrestre. En efecto, el compuesto cuerpo-espíritu se halla escindido o fuera de sí en virtud del castigo o expiación que alcanza a toda la especie humana, por más que la suerte de los individuos varíe de unos a otros. La muerte señala un tope a la hora de merecer o desmerecer. Más allá del tope sólo cambia la situación espiritual para los seres en vías de purgación, no así para los otros.

-Por tanto, la evolución sólo se aplica a los seres en vía de purgación, no a los consagrados al bien o al mal.

-Envejecimiento en el plano terrestre y en el otro(por analogía). De igual modo que la muerte va precedida del envejecimiento en este mundo, en el otro habrá de ir precedida de un «rejuvenecimiento» que culmina en la resurrección (anticipado, por así decirlo, en los santos cuyo cuerpo se conserva incorrupto).

TEMA ASTRAL E HISTORIALIZACIÓN

Supuesta una persona, situación o circunstancia, es posible contemplarla desde el propio tema, bien mediante progresiones, bien por medio de tránsitos. Obtendremos así una estructuración de cualquier acontecimiento visto desde nosotros mismos(al margen de su significado «objetivo»).Podemos remontarnos, pues, en el tiempo tanto como queramos o, al menos, tanto como lo permitan los cálculos.

Puesto que el círculo del zodíaco local significa la totalidad del ciclo vital(«el tiempo como imagen móvil de la eternidad»), es lógico situar el punto origen en el Ascendente, y el final, en el último grado de la XII. Si, a partir de aquí, quisiéramos encontrar el «reflejo» de cualquier persona, situación o acontecimiento del pasado en nuestro tema natal, bastaría con calcular la correspondiente «regresión», lo cual implica un movimiento de retroceso del Ascendente, que nos llevaría, en último extremo, desde el final de la XII hasta otra vez el Ascendente, que representaría entonces el «principio» del macrocosmos. Pero también podríamos considerar que el Ascendente se sitúa «en mitad del tiempo»; en cuyo caso, el recorrido inverso del Asc. desde la posición natal hasta el Dsc. natal representará el pasado, en tanto que el recorrido directo del Asc, desde la posición natal hasta el Dsc. natal será el futuro. Se trata de adecuar la estructura a un intervalo dado de tiempo(problema «directo») o bien, de calcular los años de un período observando hasta qué punto se ajustan a un arquetipo conocido(problema «inverso»).

Nos encontramos aquí con una especie de «metempsícosis», de manera que cualquier personaje o circunstancia de la historia(cada uno a su nivel: no en vano el tema natal es una representación del macrocosmos visto desde un microcosmos), resuena en mí y aparece como un arquetipo de mi «inconsciente». Por ello las experiencias de «regresión»(habría que llamarlas de contemplación del pasado desde el «eterno presente») no suprimen el sentimiento del yo, sino que lo suponen(¿Cómo hablar de un espectáculo sin espectador?); y, de igual modo, los personajes de los sueños hay que interpretarlos preferentemente en clave personal. Se abre así una importante vía de investigación, que nos capacitará para conocer qué representa para nosotros cada uno de los acontecimientos o personas del mundo.

¿Cuál es el sujeto fenomenológico que asiste a semejante «constitución» del pasado? Parece que, en cualquier caso, se hace necesario un acto de presentificación, un mediador de la «presencia». Y es que, encarnado en el cuerpo, el yo es capaz, sin embargo, de proyectar frente a sí un acontecimiento pasado o futuro, arraigado como está en el «eterno presente»(o, al menos, a través de conjeturas muy fundadas). Por tanto, aunque, de acuerdo con la doctrina cristiana tradicional, el espíritu humano es creado cuando el cuerpo(o el germen) está dispuesto, ello no implica que el espíritu no pueda conocer(en el mejor de los casos, por contigüidad a la eternidad, es decir, por videncia o profecía) el pasado o el futuro. Pues la captación de «esencias» o «ideas» es facultad del espíritu y supone un «estar más allá del tiempo y del espacio», ya que sería imposible extraerlas si uno está confinado en el espacio-tiempo. Hablamos de ver o contemplar, no de vivir en cuerpo y alma; por consiguiente, lo que separa al espíritu del resto de la personalidad es la capacidad para rebasar la barrera del espacio-tiempo. Por lo demás, si en el caso de la videncia o de la profecía, es posible elevarse por encima de dichas barreras con la ayuda de Dios, es porque el espíritu es, de alguna forma, «capax aeternitatis». Este es el origen de la experiencia del «haber estado aquí antes».

¿Por qué es posible el acceso al pasado o al futuro desde la astrología? En virtud de la correspondencia entre el mundo de los arquetipos o «Ideas» y el mundo de los hechos. Y es que un ciclo cualquiera, por pequeño que sea, posee la misma estructura que uno mayor, de manera que la combinación de los arquetipos universales, de por sí intemporales, según un orden de sucesión, hace posible la pre- o post-visión de los acontecimientos temporales. Puesto que el yo sólo opera desde el presente, no puede remontarse al pasado sino de dos formas: en sentido pleno, desde el «eterno presente»(por participación en la ciencia divina); o mediante la presentificación apoyada en unos arquetipos que, en último extremo, proceden de esa misma ciencia divina, de manera indirecta(por comunicación angélica o por vivencia del mundo arquetípico) o directa(por revelación divina).

¿Cómo acceder a esa vivencia? En primer lugar, a través de la práctica astrológica, que nos familiariza con la mentalidad simbólica; en segundo término, mediante la evocación y, posteriormente, la emergencia del «Yo interior», capaz de dialogar con Dios y recibir de él la revelación de los misterios de la creación una vez que se busca «primero el Reino de Dios». Por lo demás, puesto que el tema natal es una visión del macrocosmos desde el microcosmos, resulta imposible elevarse a la contemplación global o colectiva del macrocosmos, a no ser a través de la comunión con los otros microcosmos: así se constituye la «intersubjetividad». Por lo demás, la intervención de la gracia posibilita el rebasamiento de toda perspectiva «natural» a partir del ámbito de la Divinidad, lo que no equivale a «destruir la naturaleza», es decir, la pluralidad de los «Yoes».

NÚMEROS CÍCLICOS Y TETRAGRAMA

-Según la doctrina tradicional del tiempo, cualquier ciclo se divide en cuatro partes, cuyas duraciones respectivas son proporcionales a los llamados números cíclicos, 4,3,2 y 1. Así, dentro de un manvantara (64.800 años), la la «edad de oro» tendrá una extensión de 25920 años; la «edad de plata» durará 19440 años; la «edad de bronce», 12960 años; y la «edad de hierro», 6480 años.

-El principio de analogía entre los diferentes ciclos: se aplica a la vida de una persona lo que vale para la sucesión de las eras históricas.Por otro lado, es lógico hablar de semejanza entre diacronía y sincronía: si lo primero es la unidad y lo segundo, la dualidad, es lógico invertir la relación cuando se trata de la temporalidad; y así la sucesión 1,2,3,4 se reduce a 4,3,2,1 en cuanto a la duración respectiva de las eras; no así en lo referente a la «jerarquía» de las eras, ya que la primera se parece a la unidad, la segunda a la dualidad, etc.

-¿Cómo se justifica la duración equivalente de las distintas eras zodiacales? Porque aquí se habla de un tiempo físico, no psicológico. Y es que la numerología cuantitativa expresaría el tiempo físico; la astrología, el psicológico, modulado sobre el ritmo psicológico originario, marcado por la sucesión cualitativa 1,2,3,4. Esto quiere decir que un mismo aspecto, referido a la «edad de oro», produce efectos diferentes que cuando se lo refiere a la «edad de bronce», por ejemplo. Y lo mismo cabe decir de las progresiones y los tránsitos.

-Decíamos arriba que el ritmo de las eras vale lo mismo de un ciclo mayor que de otro menor; y, en concreto, dentro del mismo ciclo, de cada una de las partes en que se divide, salvando siempre el nivel de cada una de ellas. Así, dentro de la Era Cristiana y de su «edad de hierro»(que se extiende desde el 1800 al 2000; aunque quizá convendría colocar el principio del ciclo cristiano en el año 30, el de la muerte de Cristo, de manera que tendríamos: «edad de oro», hasta el año 830; «edad de plata», hasta el 1430; «edad de bronce», hasta el 1830; «edad de hierro», hasta el 2030), las sub-edades de ésta abarcarían: la primera, hasta 1910; la segunda, hasta 1970; la tercera, hasta 2010; y la última, hasta 2030.

-Por lo demás, dado que el acontecimiento incomparable de Cristo lleva la historia a su cumplimiento (“el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca”), el principio de analogía halla aquí su aplicación más radical.

-¿Cómo representar sobre la circunferencia el grado de conciencia de cada una de las edades? Los 144 primeros grados constituyen la edad de oro, iniciada en 0º de Aries y marcada por la unidad; de manera que el grado 24º de Leo es el principio de la «edad de plata», marcada por la dualidad; el grado 12º de Sagitario será el comienzo de la «edad de bronce», marcada por el ternario; y el grado 24º de Acuario será el origen de la «edad de hierro», que se distingue por el cuaternario. A la sucesión 4+3+2+1=10, que designa el «triangular» de 4 y caracteriza al desarrollo de la existencia, corresponde la inversa, 1+2+3+4, que simboliza el despliegue de la conciencia. Es curioso constatar que 10 es el número del «Padre», origen y término del tiempo.

-Por otro lado, si sumamos, por una parte, la extensión de las edades primera y cuarta (o última) y, por otra, las edades segunda y tercera, resultará el mismo número, 5 (=4+1=3+2). Y lo mismo ocurrirá con la adición de los números que expresan los niveles de conciencia de las respectivas edades (1+4=2+3). Pues bien, 5 es el número del «Espíritu», el que divide al ciclo en dos mitades, la formada por las edades extremas (oro+hierro) y la determinada por las intermedias (plata+bronce), tanto desde el punto de vista de la existencia (4+1 y 3+2), como desde la óptica de la conciencia (1+4 y 2+3). De manera que 5+5 designará el equilibrio principio+fin= medio (1+4=2+3;ó 4+1=3+2). Pero, además, designa la integración del número existencial y del número conciencial de cada edad. Es decir, si 4 es el número existencial de la edad de oro, 1 será su número conciencial, y la suma de ambos 5; y lo mismo ocurrirá con la edad de plata, cuyos respectivos números son 3 y 2 (3+2=5); con la de bronce, caracterizada por los números 2 y 3 (2+3=5); y, por último, con la de hierro, cuyos números, 1 y 4, suman igualmente 5. El número del «Espíritu» es de «polarización» del ciclo entero en dos mitades, así como de interrelación existencia-conciencia, lo que otorga su peculiar «sello» a todas las edades, aun cuando cada una se distinga por su singular matiz.

-En cuanto a 6, número del «Hijo», es igual a 10-4 ó a 1+2+3 («triangular» de 3) y, por tanto, la distancia que separa a 4 de su «triangular», a saber, al grado más complejo de conciencia (el de la edad de hierro; la «materia» de su integración en la totalidad) o al más simple de existencia (el de la edad de oro, el «espíritu») de su integración en la totalidad. O también, 6 es la suma de los números existenciales de las tres últimas edades o de los números concienciales de las tres primeras. Así, pues, la integración del 4 en la totalidad pasa por la integración del 3. Por tanto, 6 es el mediador: en el plano existencial, entre la primera edad y las otras tres; en el plano conciencial, entre la última edad y las tres primeras. Media, pues, entre la edad de oro y la «eternidad» subsiguiente, o entre la edad de hierro y la «eternidad» antecedente.

-Podemos afirmar, pues, que el «Padre» es el «totalizador»; el «Espíritu», el «diferenciador» e «integrador»; el «Hijo», el «mediador» entre el principio y el fin. Y si consideramos el Pentagrama, que se diferencia del Tetragrama en la letra Schin, de valor 21, una vez más intensificamos la función «mediadora», dado que 21 es el «triangular» de 6, el «Hijo».Evidentemente, las afirmaciones anteriores no pueden tomarse en sentido teológico, sino filosófico, dentro de la hermenéutica numerológica del Tetragrama.

-Aspecto «involutivo» del tiempo: la sucesión de las eras, oro-plata-bronce-hierro, que va de la unidad («causa-de-sí»-«para-sí» integrador-«para-sí» diferenciador-«en-sí puramente existencial) y que es también el orden lógico de manifestación espíritu-alma(en su doble aspecto)-cuerpo. Es el «descenso» del 6 (=3+2+1) a partir del 4 existencial, distintivo de la edad de oro.

-Aspecto «evolutivo»: ligado a la reflexión «fenomenológica», que busca los orígenes («en-sí» meramente existencial; «para-sí» diferenciador; «para-sí» integrador; «causa-de-sí»), que sigue el orden inverso, cuerpo-alma-espíritu. Es la «ascensión» del 6 (=1+2+3) a partir del 1 conciencial, característico de la edad de hierro. El primero va ligado al hemisferio descendente del Zodíaco; el segundo, al ascendente, que las personas espiritualmente desarrolladas pueden recorrer en su totalidad. El primero concluye en la «encarnación»; el segundo, en la «asunción».