Archivo de la etiqueta: oracion

DEL JUICIO UNIVERSAL Y LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Asombra ver hasta qué punto el criterio con el que el Juez Universal juzgará a las naciones y a los individuos, es decir,  el cumplimiento de las «obras de misericordia», se ha trivializado en estos últimos tiempos. En lugar de reconocer la dificultad que entrañan semejantes obras para quien, en el mejor de los casos, está acostumbrado a actuar conforme a la justicia, se da por supuesto que será fácil realizarla. Y así, por ejemplo, se banalizan las palabras del místico de Yepes («Al atardecer de la vida te examinarán del amor»), reduciendo el amor a las prácticas de beneficencia o a la «solidaridad». Se olvida que el amor aquí aludido resulta imposible desvincularlo de la unión con Dios y del espíritu de piedad. Recordemos al respecto la recomendación de Teresa de Calcuta a las religiosas de su fundación: la jornada de servicio a los más pobres ha de ir precedida de largas horas de oración…

DE LA MÁS ALTA FORMA DE ACCIÓN

-Gran parte de la vida la dedicamos a aprender (ya sean conocimientos, oficios o artes) y a enseñar a otros lo aprendido. El «discipulado» va transformándose progresivamente en «maestría». Pero, en un sentido radical, hay un «hacer» o un «arte» que apenas puede ser objeto de enseñanza.

 

-¿Cuál es este «hacer»? La oración, mediante la cual ponemos en juego la única fuerza capaz de transformar realmente el mundo. Y es entonces cuando nos percatamos de que es preciso convertirse en canal de la gracia divina.

 

-Para ello es necesario no sólo dirigirse a Dios y expresarle nuestras peticiones, sino también escuchar. Pues el escuchar nos permitirá hacernos una justa idea de lo que hemos de pedir.

 

-Por otra parte, hay que distinguir entre los actos de oración y el hábito de oración. Y entendemos por hábito la oración continua o «casi continua». En el primer caso, se trata de permanecer a la escucha en un momento concreto; en el segundo, durante toda la jornada (no en vano los «mensajes» o los «toques sustanciales» pueden venir en cualquier instante).

 

-¿Cabe clarificar para sí mismo y para los demás el proceso o camino por el que se llega a semejante «hacer» o «arte»? Sería la última «enseñanza», la que apenas puede calificarse ya de tal («oral» como el Verbo; «escrita», como el Espíritu; «mental», a la manera del Padre).

Lo fundamental: percatarse de la aparición de Dios en el propio horizonte, no como objeto de conocimiento, lo que lo mantendría a diatancia, sino como realidad personal o, para ser precisos, tripersonal a la cual nos abrimos por el Amor. Nos las habemos, no con el Dios término de un razonamiento, sino con el Dios de la Revelación. Si creemos en Él y participamos de sus misterios, nos identificaremos con Él cada vez más, un proceso en el que ya estamos por la fe, pero que, bajo el impulso del Espíritu,  abordaremos de un modo cada vez más consciente.

 

SOBRE LAS CAUSAS DE LA HISTORIA

¿A qué llamamos «historia»? Varios planos podemos distinguir en el devenir histórico.

 

En primer lugar, están las «inclinaciones astrales» («Astra inclinant»), es decir, las configuraciones bajo las que se toma una decisión, ya sea individual o colectiva. Se trata de la «influencia» de los astros en el cuerpo del individuo o de la colectividad, influjo que que permanece abstracto mientras no interviene la acción de la voluntad.

 

Ahora bien, conviene precisar la índole de dicha voluntad, que, en principio, es una voluntad «caída», es decir, marcada por el pecado original, lo que supone un empeoramiento de aquella «inclinación», a no ser que la voluntad haya sido reorientada por el Bautismo.

 

En tal caso, los influjos astrales tienden a ser superados, de manera que la persona experimenta una elevación de sus miras existenciales, tendencia que viene afianzada en la medida en que en la juventud y en la edad adulta se ratifica la reorientación bautismal y la persona aspira a realizar valores en consonancia con los imperativos divinos.

 

Es el efecto de la voluntad «redimida», que ya no es esclava de ningún pecado o inclinación y de la que, por tanto, se puede decir que está en condiciones de superar la «naturaleza».

 

La actitud ante la gracia es, por consiguiente, la causa última de la verdadera historia. Y si es verdad que aquella no destruye la naturaleza, hay que entender que no se limita a «yuxtaponerse» a ella, sino que, en cualquier caso, la transforma.

 

Entendemos así que la oración y la súplica a Dios de un creyente auténtico y, más todavía, la de una comunidad, pueda modificar cualquier previsión de futuro basada en las «inclinaciones astrales» e incluso en profecías condicionales venidas de lo Alto, no así las promesas divinas, de por sí inamovibles.

 

 

 

«NATURALEZA» Y «SOBRENATURALEZA» EN LENGUAJE ASTROLÓGICO

 

 

-A diferencia del concepto griego de «naturaleza», el cristiano incluye también al espíritu, es decir, materia+vida+conciencia+autoconciencia.

-Totalidad «arquetípica» («macrocosmos»)…… Zodíaco vernal+planetas (al margen del tiempo).

-«Microcosmos» ….Zodíaco local+planetas (espacio y tiempo como referencia al cuerpo en sí mismo y en su acción indirecta sobre el espíritu. Aunque creado en el momento de la concepción, este no viene reflejado, al no ser material ni mortal. Por tanto, el tema astral no incluye la autoconciencia, a no ser de modo indirecto y analógico).

 

 

-¿Y Dios, aparece en el tema? Sólo de un modo análogo. Conectado con Sagitario, Júpiter, la IX y sus regentes. La religiosidad depende de la IX y de sus relaciones con la I (así, en mi caso, Todo ello nos lleva a una cuestión trascendental: la índole de la idea de Dios que cada uno se forma y que rige su vida; de ahí la multiplicidad de «pruebas». Relación entre esquema de la IX y el paulino «son inexcusables» de la carta a los Romanos. Cada persona posee un esquema particular a la hora de abordar la existencia de Dios. Ahora bien, según san Pablo, las obras de Dios son tan patentes que nadie puede excusarse de no darle culto como creador. Aplicado esto al esquema de la IX, nos lleva a concluir que, por difíciles que sean los ángulos que la definen, el sujeto nunca quedará exento de culpa si le niega a Dios el culto debido. Por consiguiente, la gracia por la que Dios auxilia a cada persona queda siempre supuesta, así como la capacidad del intelecto para elevarse a Dios y de la voluntad para obrar en consecuencia. Como decíamos arriba, lo importante es saber que el esquema de la religiosidad, por negativo que fuere, no justifica ningún tipo de ateísmo o de agnosticismo. Simplemente, refleja el tipo de dificultad con el que ha de enfrentarse el sujeto en su camino hacia Dios. Puede haber asimismo un exceso de facilidades en este terreno, con lo que se correría el riesgo de atribuirse a sí mismo no sólo los propios méritos, sino también lo que es acción exclusiva de la gracia. Algo semejante puede decirse de otros ámbitos del tema astral. Es decir, cualquiera que sea el esquema de una casa, el sujeto posee recursos suficientes para, con la ayuda de la gracia, realizar las mejores expectativas.

 

-Como dice santo Tomás, los atributos divinos se perfilan mediante 3 vías: «afirmación», que supone atribuir a Dios todas las cualidades de las creaturas que no implican negatividad o limitación; «negación», por la que se excluyen del Ser Supremo todos los defectos de las creaturas; «eminencia», por la que se elevan a un «exponente» infinito las cualidades positivas de las creaturas al atribuirlas a Dios.

 

-¿Pueden relacionarse las «vías» para la demostración de la existencia de Dios (movimiento, efecto-causa, contingencia, grados de perfección, finalidad) con el simbolismo astral? Quizá sí, pero habría que ampliar las vías a 7, como los planetas, o a 12, como los signos zodiacales. Así, por ejemplo, podría hablarse de la «fuerza» de Marte; la «suavidad» de Venus; la «inteligencia» de Mercurio; la «bondad» de Júpiter; la «vida» de la Luna; el «fundamento» de Saturno. Y también de la «energía primordial» de Aries; la «acumulación» de Tauro; la «dualidad» de Géminis; el «origen» de Cáncer; el «poder» de Leo; el «orden» de Virgo; el «equilibrio» de Libra; el «desasimiento» de Escorpión; la «trascendencia» de Sagitario; la «culminación» de Capricornio; la «fusión» de Piscis. Para cada sujeto, Dios tiende a manifestarse de una de esas formas, y aunque los ángulos de la IX y sus regentes resulten desfavorables, la gracia divina siempre auxilia.

 

 

-El estudio de la IX nos dará también la clave de la espiritualidad de una persona y las principales etapas de su desarrollo.

 

 

-En cuanto a la sobrenaturaleza, es la participación en la Divinidad. La naturaleza sólo tiene potencia obediencial, cuya actualización no está en manos del hombre. No sabemos cuándo ni cómo actúa la gracia; tan sólo conocemos los defectos de la naturaleza a los que la gracia ha de poner remedio. Es verdad que nuestro conocimiento de la naturaleza es limitado, pero la misma Escritura dice que la razón es suficiente para, a partir de la consideración de las creaturas, dar culto a Dios. ¿Podemos averiguar algo más a propósito de la sobrenaturaleza? ¿Qué es la deificación del hombre? En principio, una participación en la Divinidad que le es ofrecida al hombre y a la que él ha de responder. ¿A qué llamamos «naturaleza»? Más allá de la distinción entre «naturaleza» y «espíritu», utilizada, entre otros, por Hegel y que, con diversos matices, es admitida por muchas doctrinas, podemos emplear el vocablo para designar todo lo que no es Dios, es decir, la creación en su totalidad. La acepción mencionada se justifica en lo que respecta al ser humano, ya que sólo él tiene acceso a la deificación. En este sentido, el lenguaje astrológico, como cualquier otro, sirve para describir la «naturaleza», incluyendo en ella, eso sí, de manera análoga, el ámbito de la libertad. Y no porque la libertad dependa de factores físicos o materiales, sino porque así lo ha querido Dios, que estableció una cierta «sincronicidad» entre acontecimientos físicos y eventos espirituales, de manera que dichos acontecimientos sirvieran de signo mientras vivimos en este mundo.

 

-Si la «naturaleza» es la totalidad de lo creado, cabe distinguir en ella los 7 niveles o «reinos» a los que nos referíamos en otro lugar. Si los planetas y el Zodíaco son los arquetipos de todos los entes, su simbolismo habrá de adaptarse a cada uno de ellos. 1) En el caso de los sometidos al tiempo y al espacio cósmicos (1-2-3), la aplicación no ofrece mayor dificultad, aunque cada uno de los «reinos» en cuestión modulará las «influencias» en un sentido peculiar. 2) En los no sometidos al espacio, ni tampoco al tiempo continuo (sí al discreto)(5-6-7), el simbolismo solo tiene aplicación «espacial-jerárquica». 3) En cuanto al «reino» mediador, el humano, la aplicación será a la vez sincrónica y diacrónica. Evidentemente, el tiempo es diferente del que se da en los tres primeros «reinos». Por un lado, el espíritu es capaz de moverse en el terreno intemporal del pensamiento y de la voluntad; por otro, «se deja llevar» por el tiempo corpóreo, al menos en parte, puesto que, en otras ocasiones, impone su ritmo. A diferencia de los «reinos» angélicos, que solo se mueven en el tiempo discreto, en el eón, el humano se mueve en el continuo, aunque también se mueva en el ámbito intemporal. Este «reino» ha sido elevado al orden sobrenatural. Ahora bien, si «gratia non destruit naturam, sed eam perficit», la deificación respetará nuestro ser para, a continuación, transformarlo. En la «naturaleza» hay una «potentia oboedientialis» que predispone al hombre a recibir la gracia.

 

 

¿Es posible formular una analogía astrológica de la gracia? En principio, sí, pero antes hay que partir de la analogía «natural» de participación. Supuestos los 5 argumentos tomistas para probar la existencia de Dios (o quizá 7, tantos como los planetas:

Luna….vida/Mercurio….movimiento/

Venus….alteridad/ Marte….mismidad/

Sol….manifestación/

Júpiter….grados del ser, expansión/

Saturno….finalidad, contracción),

añadiremos las 3 vías (afirmación, negación y eminencia)

 a la hora de definir los atributos divinos.

 

La analogía nos lleva a comprender de alguna manera el ser divino en sus atributos. Otra cosa es entrar en comunicación con Él. Aquí tiene que haber un deseo de elevarse hasta Él (religión natural) o una intervención de Dios, una revelación (sobrenatural). En el primer caso, el deseo de entrar en contacto con Dios establece un «puente» entre lo «natural» y lo «sobrenatural». En el segundo, el «puente» ya es efectivo, y no es otro que Cristo.

 

De la «naturaleza» a la «sobrenaturaleza»

¿Cuál es el modo de «disponerse» a la recepción de la gracia? En primer lugar, hacerse consciente de que la «naturaleza» humana, aunque herida, no ha perdido su capacidad de abrirse al orden divino. Por tanto, habá que partir de la actitud receptiva de la voluntad, apoyada en un intelecto que constata la existencia de Dios y admite la Revelación (cabe preguntarse por el «mínimo exigible» a las personas que provienen de las tres religiones «monoteístas». Parece que semejante «mínimo» consistirá en algo así como el cumplimiento de los mandamientos divinos. En cuanto a los adherentes a otras religiones, parece que el «mínimo» consistirá en el deseo de superar los apegos del «ego», a fin de elevarse a los «estados superiores» del ser).

 

Se trata de asimilarnos al ser de Dios, a su intelecto y a su voluntad. Eso supone un salir de sí mismo y un reconocimiento de la incapacidad para abandonar el propio egoísmo. De ahí que todos los santos hablen de la humildad (de «humus») como el principio de la vida sobrenatural. Supuesta la humildad, que nos conduce desde la «memoria sui» a la «memoria Dei», hay que reemplazar los conocimientos del intelecto por los del Verbo y las decisiones de la voluntad por los «decretos de la Voluntad divina», que es, ante todo, Amor. Para fomentar la virtud de la humildad resulta de utilidad el conocimiento de los «defectos» y «virtudes» tal como se deriva de la interpretación astrológica, que tiene en cuenta la mayor o menor «fuerza» planetaria («domicilio», «exilio», etc.), así como los aspectos armónicos o inarmónicos. Aquí, la frase de santa Teresa («La humildad es la verdad») viene a colación: a) de una manera clara, cuando miramos los «aspectos» negativos entre planetas, así como la posición de los mismos en «destierro» o «caída»; b) de un modo menos claro, cuando consideramos los «aspectos» positivos, así como la posición de los planetas en «domicilio» o «exaltación» («cave ne cadas»), pues pueden dar lugar a actitudes arrogantes o a exceso de confianza.

 

Por tanto, el conocimiento de sí que da la astrología es muy adecuado para fomentar la virtud de la humildad, ya que nos muestra de dónde debemos partir en el camino espiritual. La interpretación nos dará a entender, pues, el nivel humano sobre el que actúa la gracia, al menos en abstracto.

 

-Por consiguiente, la autoconciencia ha de transformarse en «conciencia de Dios en nosotros»; la ontología en fe; la moral en religión (cf. Kierkegaard).

 

 

-La distancia entre el orden «natural» y el «sobrenatural» aparece con toda claridad cuando el ser humano intenta cumplir los mandamientos. El fracaso de esa tentativa nos muestra la dificultad para elevarnos al orden «sobrenatural». Por eso cualquier descripción astrológica de una situación plantea una tensión moral hacia el ideal inalcanzable por los propios medios.

-Solo por la gracia es posible llevar a la práctica lo ordenado  en los mandamientos.

 

-¿Cómo se abre uno a la gracia? Oración, sacramentos (y aquí se supone siempre la «potentia oboedientialis»).

 

-Es importante destacar que la «naturaleza», aun siendo el correlato de la gracia, no existe en estado puro. Siempre se encuentra ya elevada al orden sobrenatural, de manera que sus posibilidades varían de una persona a otra, por más que siempre exista una libertad radical común a todos. Pero no es lo mismo nacer en el seno de una religión superior que en un ambiente irreligioso.

 

-¿Qué consecuencias tiene esto para la interpretación astrológica? Conviene remitirse a lo que ya se dijo en otro lugar a propósito de la hermenéutica concreta de los símbolos, que tiene mucho que ver con la «experiencia», es decir, con la correspondencia observada hasta ahora entre símbolo y acontecimiento.

 

-Eso sí, habrá que comenzar por definir astrológicamente el mínimo de libertad común a todos. Y eso se hará a partir del ASC., los planetas próximos a él y el regente, así como el planeta dominante del tema.

 

-Ahora bien, supuesto el mínimo, las posibilidades crecerán a medida que el entorno «natural» ofrezca mayores «oportunidades», no digamos el entorno «sobrenatural».

 

-¿Cuál es, entonces, la utilidad del análisis astrológico para la comprensión de la «naturaleza»? Conocer los defectos o limitaciones, así como las virtudes de cada «cielo» planetario en orden a la apertura a la gracia.

 

-Aquí el análisis partirá, en principio, de un «a priori», las correspondencias conocidas entre planetas y acontecimientos, que siempre habrán de desembocar en estructuraciones globalizadoras.

-Pero también tendrá en cuenta las correspondencias observadas «a posteriori», derivadas del análisis de casos concretos.

 

-Llegaremos así a una clasificación de «naturalezas» en su apertura al orden «sobrenatural».

 

-Entre el «ya-no» y el «todavía-no»: necesidad de «completar» la vida terrestre con la vida trascendente.

 

-La vida del creyente hay que entenderla siempre a la luz de la trascendencia, pero, a medida que maduramos, el otro mundo se va haciendo cada vez más presente.

 

-«Aún no se ha revelado lo que seremos». Sin embargo, poco a poco nos acercamos a ello.

 

-¿Cabe «formular» el más allá a partir del esquema astrológico natural? Sí, pero de un modo aproximativo e incompleto. El punto-síntesis puede servir de referencia como «punto de aplicación» de la gracia. Por lo demás, la casa VIII y su regente nos indicará la índole de la muerte, así como de las sucesivas «crisis» o transformaciones.

 

 

-En cuanto a la «proximidad» del más allá (Dios y el «contenido» de la IX), puede relacionarse «naturalmente» con los tránsitos y direcciones a la IX y a su regente.

 

-¿Se manifiesta Dios de la misma manera a todas las personas? No, ya que el modo de llegar a Él es diferente en cada caso. En efecto, la modalidad vendrá marcada por el signo y el regente de la IX. «Quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur», dice el viejo proverbio, lo cual quiere decir que, siendo el mismo Dios, adopta distintos «rostros» según las personas. De todos modos, los atributos ocupan una jerarquía, y todos se subordinan al ser más profundo, que es el Amor. Es la jerarquía que rige en el Reino de los Cielos, tal como aparece en los escritos de los místicos.

 

-¿Es posible establecer una continuidad entre la jerarquía «natural» (astrológica, por ejemplo) y la celeste? ¿Sirve aquí de utilidad el proverbio «Gratia non destruit naturam…»? Parece que sí, ya que la «naturaleza» existe y puede ser descrita mediante diferentes lenguajes. Otra cosa es que la «sobrenaturaleza» reproduzca, sin más, la «naturaleza». En efecto, puede ocurrir que ésta última no responda bien a la acción de la gracia. Si semejante respuesta puede ser depurada en el Purgatorio, la jerarquía «natural» se mantendrá y será perfeccionada por la gracia. No así una «naturaleza» que se convierte en «antinaturaleza»: en tal caso, la jerarquía «natural» se transformará en una «jerarquía invertida».

 

Por tanto, el análisis de un tema astral insistirá en sus posibilidades propias y describirá el rango jerárquico «natural» al que pertenece, a la vez que instará a aprovechar las posibilidades en cuestión.

 

¿Cómo describir astrológicamente la «naturaleza»? Importancia del ASC., de su regente y de los planetas en I, pero también del planeta dominante del tema.

 

 

En otro lugar nos referíamos a las cuatro etapas del desarrollo de un tema y que van desde la «conjunción» gracia/voluntad hasta el «cuarto menguante» gracia/voluntad… Ésa sería una buena descripción, aunque abstracta, a saber, no es posible anticipar en concreto el cuándo ni el cómo actuará la gracia; sí, en cambio, delinear cuáles son las fases de la evolución espiritual de una persona. Y si la operación concreta de la voluntad no pertenece al espacio-tiempo, puesto que es abstracta, tanto menos accesible resultará la de la gracia. Otra cosa es el estudio, hecho por analogía, de la capacidad concreta de un ser para llegar a Dios, de su religiosidad (análisis de la IX). Pues bien, algo semejante e incomparablemente menos comprensible será el acceso a la gracia.

 

-Finalmente, «gratia non destruit naturam…«. Por tanto, la gracia transforma las malas tendencias, ligadas a un «mal» aspecto astral y mejora las vinculadas a los «buenos» aspectos.

 

 

-De manera que el tema astral no puede darnos una descripción de la existencia bajo el signo de la gracia, sino a lo sumo un relato de lo que, en teoría, puede ser nuestra existencia si se deja llevar por las «inclinaciones» que la caracterizan, «buenas» y «malas» (entrecomillamos porque, al margen de las decisiones de la voluntad, del esfuerzo del intelecto y de la continuidad de la  memoria, no son otra cosa que meras «pasiones» de la corporeidad). Si la voluntad se limita a seguir el camino que le marcan los aspectos astrales, la biografía de una persona podría escribirse a priori, al menos a grandes rasgos.

 

 

-¿Cuál es el vínculo entre la temporalidad y espacialidad del cuerpo, por un lado, y la intemporalidad e inespacialidad del espíritu, por otro? No lo conocemos con precisión; lo que sí sabemos es que la memoria del yo, la actividad del intelecto y las decisiones de la voluntad se encarnan en el mundo temporal y espacial, a la vez que éste es asumido en el mundo intemporal e inespacial de las tres «potencias del alma». ¿Cómo es posible realizar semejante unión, una unión que podría muy bien simbolizarse mediante la intersección de dos órbitas mediante el correspondiente «eje nodal»?

 

 

-Ahora bien, si es posible representar dicho vínculo mediante un eje nodal, convendrá señalar la distancia entre cuerpo y espíritu: si el primero se desarrolla en el tiempo y en el espacio, el segundo no está limitado por esas coordenadas. ¿Cabe entonces extrapolar analógicamente al ámbito del espíritu los símbolos planetarios? Parece que sí: desligados de su dimensión temporal y espacial, tales símbolos aparecen como otros tantos niveles del espíritu y de su operación. En un ente angélico, el «tiempo» a considerar no sería otro que el «aevum», el tiempo no continuo, sino «discreto», marcado por las distintas operaciones del ente angélico. En el espíritu humano, el tiempo es continuo, en virtud de la unión con el cuerpo. Éste constituiría, pues, la «materia», cuyo devenir marcado por las influencias astrales, recibiría la «forma» del espíritu, que asumiría las influencias en cuestión y las modificaría a su albedrío, eso sí en resonancia con los niveles análogos del espíritu antes aludidos.

 

-Puesto que el hombre es un ser en el que confluye la inespacialidad del espíritu y la espacialidad del cuerpo, la intemporalidad del espíritu y la temporalidad del cuerpo, las características del cuerpo proporcionarán la «materia» y las del espíritu la «forma», de manera que la biografía astrológica, de por sí restringida al cuerpo, servirá de «punto de aplicación» para el espíritu. Claro está, el «Júpiter» del cuerpo es el análogo del «Júpiter» del espíritu, que no implica tiempo ni espacio. Y así, cualquier aspecto del cuerpo tiene su análogo en el espíritu, es decir, reúne en sí identidad y diferencia. ¿Y el orden de la gracia, admite analogías con el cuerpo y con el espíritu? Sí, con tal que las formulemos adecuadamente a partir de la «potencia obediencial».

LA ORACIÓN Y EL AYUNO TIENEN EL PODER DE EXPULSAR A LOS DEMONIOS

Mt XVII, 20 (Mc IX, 28):

(Jesús, tras curar a un epiléptico, declara a los discípulos):

20. Esta especie (de demonios) sólo se expulsa mediante la oración y el ayuno.

 

Comentarios de  Rabano, san Juan Crisóstomo y san Beda el Venerable:

 

1) Rabano (in Matth., 1.c.):

Al enseñar a los apóstoles lo que han de hacer para expulsar a los demonios, Jesús nos enseña todas las reglas a observar en la vida espiritual, es decir, que con la oración y el ayuno estamos en condiciones de vencer las más grandes tentaciones, que provienen de los espíritus inmundos o de los hombres; oración y ayuno que son también los medios más eficaces para aplacar la cólera divina.

 

2) San Juan Crisóstomo (Hom. LVII sup. Matth.):

El que ayuna es mucho más libre: su oración es más atenta y fervorosa, extirpa de su corazón los malos pensamientos, se vuelve acepto a Dios y reprime el orgullo de su alma. Por eso, el que sabe unir la oración al ayuno dispone, por así decirlo, de dos alas más rápidas que el viento, no se deja vencer mientras ora del aburrimiento ni de la somnolencia, un defecto tan común. Por el contrario, semejante persona es más ardiente que el fuego, más elevada que la realidad terrestre y, en particular, más temible para el demonio. En efecto, nada puede resistirse al que sabe orar bien. Y si vuestra débil constitución no os permite ayunar con frecuencia, siempre podéis al menos rezar, y aunque no os sea posible ayunar, sí podéis cuando menos no abandonaros a los deseos mundanos.

 

3) San Beda, llamado el Venerable (in Marc., 1.c):

El Señor nos enseña que con el ayuno y la oración conseguiremos vencer las mayores pruebas, tanto si vienen de los demonios como si proceden de los hombres; y que el fuego de la justicia divina, pronto a castigar nuestras culpas, terminará por ceder ante el poder de este todopoderoso remedio. Por ayuno se entiende generalmente no sólo la abstinencia de alimentos, sino también de cualquier disfrute sensual, así como la victoria sobre cualquier pasión pecaminosa. De igual modo, se entenderá por oración no sólo el conjunto de palabras que usamos para implorar la divina bondad, sino también todas las acciones inspiradas por la fe y por la piedad, a fin de rendir homenaje a nuestro Creador, como sostiene san Pablo cuando dice: «Orad continuamente» (1 Tes V, 17).

Vincenzo Maria del Giudice, «La preghiera», Roma, 1953, Angelo Belardetti Editore, 141-142 (La traducción es nuestra).

DE LA HUMILDAD


En Visiones e instrucciones (c.63), Angela de Foligno observa que es “en la humildad donde hay que apoyarse y echar raíces, como miembros unidos a la cabeza, con unión verdadera y natural, si deseáis el descanso de vuestras almas…La condición de la paz es la humildad…Esta es una maravillosa y brillante luz que abre los ojos del alma sobre la nada del hombre y la inmensidad de Dios. Cuanto más conozcáis su bondad inmensa, más conoceréis vuestra nada, y cuanto mejor veáis vuestra nada y la desnudez propia, tanto más se elevará en vuestra alma la alabanza del inefable; la humildad contempla la bondad divina, y hace que fluyan de Dios las gracias con que florecen las virtudes. La primera de éstas es el amor de Dios y del prójimo, y la luz de la humildad es la que da origen al amor. Viendo su nada, y a Dios inclinándose sobre esa nada, y las entrañas divinas estrechando esa nada, el alma se inflama, se transforma y adora…Cuando busco la fuente del silencio, la encuentro en el doble abismo, donde la Inmensidad divina está frente a frente con la nada del hombre.Y la luz del doble abismo es la misma humildad. Humildad, luz, silencio, ¿qué camino lleva a vosotros sino el ya indicado? Os encuentra la oración, la oración ardiente, pura, continua, la oración hija de las entrañas”.


¿CÓMO ESTRUCTURAR UNA SITUACIÓN CÓSMICA?

Dado un momento temporal, ¿cómo estructurarlo directamen­te? Aparte del tema horario, ¿existe algún otro procedimiento de «control» para la intuición o idea básica que lo resu­me? Quizá el mejor sea la cifración de la palabra o del texto que la expre­sa. El problema es el de los valores numéricos pertinentes. Pero debemos, en cualquier caso, aprender a expresar la idea en cuestión mediante el lenguaje habitual y, ante todo, pensarla, puesto que el «conceptus mentis» es lo primero. Y eso aunque comencemos por sentir una realidad o sintonizar emocionalmente con ella. Evidentemente, esto sólo es válido para el caso de que la realidad en cuestión posea cuerpo; de otro modo sólo cabe conectar con sus emociones y con su espíritu.

Todo sistema de símbolos ha de aplicarse siguiendo estos criterios, a saber, centrándose en lo físico en el caso de que se trate de un ser dotado de cuerpo; y en lo que no es físico, en otros casos. Lo importante es saber de cuántos niveles o «cuerpos» consta el ser al que se aplica(siempre desde la óp­tica fenomenológica, aun cuando se trate de «datos revelados»; en tal caso habrá que ordenarlos o clarificarlos racionalmen­te, al menos hasta donde sea posible). Y, si no conocemos el número de niveles, razonar analógicamente para encontrarlos a partir de la realidad corpórea, del macrocosmos, sin olvidar que, como consecuencia de la caída del hombre y de su poste­rior redención, las categorías «naturales» se hallan penetra­das por el ámbito divino.

Ahora bien, si no cabe expresarse sin lenguaje, sí cabe pensar sin él, al menos sin referencia a un lenguaje concre­to.Luego se plantearía el problema de la expresión, pero, por lo pronto, no es necesario.

¿Qué es lo último con que se encuentra el pensamiento, lo más radical? Jerarquía de abajo a arriba: 1)cosas artificia­les/ 2)entes naturales de los tres «reinos»/ 3)entes humanos, todos ellos dotados de cuerpo/ 4)ideas respectivas de todos esos entes, ordenadas en el plano abstracto como los entes concretos a que se refieren/ 5)idea global de la «totalidad de las cosas artificiales»/ 6)idea global de la «totalidad de los minerales», etc. La idea más global de todas, la del «universo» o la de «todo cuanto hay»; y, por último, me encuentro con la «causa u origen de todo cuanto hay». ¿Qué papel juega en esta descripción el pensamiento? Es claro que, en cuanto cuerpo, yo soy un ente más del universo, bien que me caracterice como un cuerpo más cualificado que el que me sale al encuentro en la mayoría de los entes. Es, en efecto, el cuerpo de alguien capaz de pensar la totalidad del universo y, por lo tanto, el cuerpo de alguien en situación de «universalizarse».

¿Y qué es esta «universalización»? Parece que la capacidad de vivir a escala de la «totalidad» sin dejar de ser una «parte» de ella. Mi con­dición concreta es inseparable, pues, de semejante poder de universalización y, por consiguiente, mi «yo» no se restringe al cuerpo, sino que se expande sin fin hasta englobar el uni­verso. Esto quiere decir que mi verdadero yo rebasa indefinida­mente mi cuerpo, ya que se mueve en el ámbito de las «Ideas», en sí transespacial y transtemporal. En cambio, este cuerpo localizado en el espacio y en el tiempo es limitado y carece, en principio, de la facultad de trascenderlos. Por mucho que el cerebro vaya ligado al pensamiento, es claro que las neuronas son incapaces como tales de viajar en el espacio y en el tiem­po. Sin embargo, en el mundo corpóreo sirven de referencia para comprender el fenómeno del pensamiento, de la misma manera que los sonidos y la palabra escrita sirven de referencia para comprender el fenómeno del lenguaje, que expresa no sólo con­ceptos singulares, sino también y sobre todo ideas universa­les, sustraídas como tales al ámbito espacio-temporal.

¿Quiere eso decir que en nosotros hay algo de eterno? No, si por tal se entiende lo que no tiene principio ni fin y está sustraído radicalmente al tiempo. Más bien habría que hablar de una dura­ción(la del intelecto mismo) en la que se inserta la facultad de «sobrevolar» los sucesivos instantes del tiempo(pasados y futuros), como también la multitud indefinida de los lugares del espacio. De la misma manera que nuestro intelecto posee la capacidad de «sobrevolar» este u otro lugar concreto del espa­cio, dispone de la facultad de «sobrevolar» este u otro ins­tante del tiempo. Universaliza o totaliza, pues, el espacio y el tiempo; vive, por consiguiente(la mayoría de los casos, sin saberlo) en la extensión indefinida y en el tiempo sin fin. Y, al igual que se eleva de las cosas concretas y corpóreas a las ideas, rebasa un tiempo y un espacio concretos hacia sus res­pectivas ideas, hacia las ideas globales del espacio y del tiempo, que así aparecen como algo indefinido e inabarcable a lo que está abierto mi espíritu. Por tanto, si este tiempo(«a­quí») y este espacio(«ahora») son concretizaciones o realiza­ciones del espacio global y del tiempo indefinido, es claro que estos últimos constituyen la idealización o intensifica­ción-ampliación de aquéllos.

Con todo, esta universalización la lleva a efecto un intelecto inmerso en el transcurrir(menos en la extensión espacial), por más que, desde él, pueda deve­nir contemporáneo de todos los tiempos y espacios bajo la for­ma eidética. Hay que hablar, pues, de inmortalidad a propósito del intelecto, puesto que experimenta el tiempo sin estar en­cerra­do (como el cuerpo) en un tiempo limitado. ¿Cómo habría de es­tarlo a la materia y, por tanto, a la descomposición?. Sin em­bargo, no experimenta la eternidad aun cuando sea capaz de «sobrevolar» este u otro espacio o tiempo. Y es que todo parece indicar que la mortalidad y la descomposición es al cuerpo como la «inmortalidad en la sucesión» es al espíritu. Uno y otro estaban destinados, al decir de la tradición, a partici­par de la condición eterna de Dios, que no sólo abstrae del tiempo y del espacio concretos la idea global del transcurrir y de la extensión, sino que los domina de raíz y no está suje­to a ellos.

Cualquier participación en la actividad creadora de Dios supone, pues, una identificación con los diferentes planos y movimientos anteriores. Comprendido el proceso mediante el intelecto, la voluntad, situada más allá de las influencias astrales, se sirve de ellas para gobernar el propio cuerpo, pues «sapiens dominabitur astris». Y una vez adquirida la libertad sobre los condicionamientos astrales, se abre a la totalidad del macrocosmos, contribuyendo en lo posible a que las influencias astrales sean lo menos dañinas posible. Sin embargo, no debería actuar de manera mágica y, menos todavía, como aprendiz de brujo. Por otra parte, hay un santuario en el que no puede penetrar: la voluntad ajena. Con todo, a través de la oración, puede influir en ella en la medida en que apela a la acción de la gracia. Y, más profundamente, adhiriéndose con todo su ser a la obra redentora de Cristo, a saber, identificándose con la Virgen. En definitiva, sólo debe actuar identificándose interiormente con el plan divino, de un modo análogo a como, en su actividad cotidiana, procura mantenerse unido a Dios por medio de la oración.

UNA CUESTIÓN TODAVÍA MÁS DIFÍCIL, POR NO DECIR IMPOSIBLE DE RESOLVER: ¿Cabe que la figura astral sea un símbolo perfecto del destino final de una persona o de una situación? Aunque lo fuera para la mente divina, nosotros no debemos darla por inamovible, ya sea absolutamente favorable, ya sea excesivamente desfavorable. Por consiguiente, nuestra interpretación de un tema ha de ser lo más globalizadora posible.

CAÍDA, TIEMPO, REPRESENTACIÓN DEL ENTE HUMANO

¿Sólo empieza a haber tiempo tras la «caída»? Conviene precisar: tiempo en el sentido actual, desgarrado y dividido, no; tiempo en el sentido originario, es decir, contiguo a la eternidad, sí; de otro modo no hubiese sido posible una opción egoísta. Por lo demás, la Escritura habla de los «seis días» de la creación, es decir, de otros tantos períodos en los que Dios (siempre desde la perspectiva humana) culminó su obra. Evidentemente, los «seis días» se cuentan desde la óptica temporal de la «caída». En este sentido y como señala santo Tomás de Aquino, no es posible prever desde el tiempo el fin del tiempo, como tampoco lo que había «antes» del tiempo. Con todo, hay un período o ciclo temporal en el que se desarrolla el drama de la «caída» y de la salvación.

¿Cómo salir del tiempo «caído»? A través de la iniciación, que para el superhombre primero es un recuerdo y un lugar al que no puede volver por sí mismo, guardado como está el acceso al árbol de la vida por el querubín de la espada flamígera. Por eso no le era posible a Adán ni a ninguno de sus descendientes retornar a la condición primordial sin el auxilio del Dios encarnado. ¿Cómo es posible concebir esta ayuda para los iniciados anteriores a Cristo? Puesto que la vida y la obra del Redentor rebasan el tiempo, cabe aplicar sus méritos a los seres anteriores y posteriores a él. A ello se alude en el «descenso a los infiernos», palabra que en un principio designó el ámbito de la iniciación y, posteriormente, el lugar de la muerte o el purgatorio. Por consiguiente, si Seth o Enós realizaron en sí la «muerte iniciática», ello fue posible gracias a la ayuda de Cristo, cuya existencia, aun encarnada en el espacio-tiempo, lo trasciende radicalmente, no sólo como Dios, sino también como Hombre Perfecto y no caído. Y lo mismo puede decirse de la Virgen, en previsión de los méritos de Cristo. Así, pues, al descender a los «infiernos», Cristo otorga su ayuda definitiva a las almas de los «santos padres», que en vida hicieron los suficientes méritos para ingresar en el Purgatorio.

¿Cabe un tema del principio de los tiempos y otro del fin del mundo? Sí, en el sentido siguiente: puesto que Dios gobierna el mundo por medio de sus ángeles, su providencia abarca desde el momento de la caída del hombre hasta el de la resurrección universal, por más que dichos momentos sólo participen de la temporalidad desde la perspectiva del hombre.

-El pasado y el futuro pueden simbolizarse mediante los movimientos astrales, basta prolongarlos en uno u otro sentido.

-¿Y el presente? Es lo que se llama un tema astral instantáneo.

-¿Pueden vivirse el pasado o el futuro desde el presente? Tan sólo a la manera de la IX, es decir, mediante la participación en la ciencia divina.

-«Pero no os preocupéis por el futuro, pues con ello no añadiréis un codo a vuestra estatura»(es decir, no llegaréis a dominarlos o a sobrevolarlos).

-Sin embargo, existe la profecía y fue dicho que «Dios no hace nada sin comunicarlo a sus amigos». En ese sentido y sin que pueda compararse a la profecía, la astrología es útil para ver con qué energías contará el mundo en una época dada, caso de que exista. Es decir, habrá que partir de su existencia futura en cuanto atestiguada por la revelación, antes de emitir cualquier previsión. Por eso en la Escritura se hacen profecías, aunque no se fija demasiado el tiempo de su cumplimiento.

-Por otra parte, «astra inclinant…», a saber, indican «vida larga o breve»(¿Cómo interpretar la frase del Salmo «Enséñame, Señor, a calcular mis días»? ¿Cabe alguna referencia astrológica o es cuestión de intuición ayudada por la fe? ¿Sirve aquí lo de Mercurio en la casa de Saturno como indicativo de una «constitución robusta», por ejemplo?), «fortuna o desgracia», «inteligencia o insensatez», etc. «Sed non necessitant»…

-Y es que Dios gobierna el mundo a través de las sustancias separadas, las cuales ejercen su imperio sobre los astros.

-Por otra parte, el conocimiento del futuro jamás puede ser completo en la medida en que no somos únicamente espíritu, sino también cuerpo y, por consiguiente, estamos sujetos al tiempo, cosa que no ocurre con el entendimiento o la voluntad.

-Por tanto, el conocimiento astrológico referido al futuro es tendencial, como también al pasado. El entendimiento no está sometido al tiempo; por eso puede conocer los conceptos universales «encarnados» en el tiempo. Y lo que está en el tiempo es lo particular, lo concreto, «lo que es aquí y ahora». Somos, pues, a la vez temporales y atemporales: lo primero, por el cuerpo; lo segundo, por el espíritu. Y el alma establece el «puente». De ahí que podamos conocer el futuro, pero no viajar a él ni vivirlo.(Tener en cuenta esto al simbolizar el espíritu encarnado por el Ascendente.(¿QUÉ SIMBOLIZA EL ASCENDENTE? EN EL PLANO MICROCÓSMICO, EL PUNTO DE CONTACTO ESTE ENTRE EL PLANO DEL HORIZONTE Y LA ECLÍPTICA, A SEMEJANZA DE 0º ARIES, CONTACTO ENTRE EL ECUADOR Y LA ECLÍPTICA; ES DECIR, EL ASC. ES A LA VEZ ESPÍRITU(POR ECLÍPTICA) Y CUERPO(POR HORIZONTE) y, por tanto, los acontecimientos que afectan directamente al cuerpo, afectan indirectamente al espíritu. El tema se refiere al espíritu encarnado y mientras está encarnado; las demás casas no son de encarnación estricta, sino indirecta y sólo cuando su regente se halla próximo al eje horizontal; de ahí la incomparabilidad de la relación conyugal) mientras que el alma en general lo es por la Luna y el espíritu por el Sol).

-¿NOS LLEVA ESTO A CORREGIR LA REPRESENTACIÓN DEL YO, ya que en el espíritu encarnado se sintetizan los tres niveles? Sí, pero no invalida la concepción del eje nodal, porque éste es la conjunción macrocósmica de alma y espíritu, mientras que el Ascendente es la conjunción microcósmica cuerpo-espíritu. Pone en juego la polaridad Tierra-Sol, en tanto que el nodal es Luna-Sol. Y LA LUNA ES EL PUENTE ENTRE TIERRA Y SOL, ASÍ COMO CON LOS DEMÁS PLANETAS (por eso la conjunción de Luna con Ascendente otorga la máxima sensibilidad y capacidad anímica.) De ahí la importancia de considerar el eje nodal a un nivel trascendental.

-POR TANTO, REPRESENTACIÓN POR PLANOS:

Espíritu (atemporal de por sí, pero temporal por su unión con el cuerpo)….Eclíptica.(especificado en cualquiera de los grados tebanos).

Cuerpo (inmortal en el Paraíso, temporal tras la caída)….Horizonte.(especificado de la misma manera).

Alma (instancia mediadora)…. ángulo entre ASC. y contacto entre órbita lunar y eclíptica.

¿CÓMO SE COMPORTA EL SUJETO HUMANO? Moviéndose a la vez en lo atemporal, por el espíritu, y en la temporalidad, por el cuerpo. POR ESO SE PUEDE PROGRESAR UN TEMA ASTRAL, de manera que a tales acontecimientos concretos que afectan al cuerpo corresponden tales esencias que «hablan» al espíritu. El espíritu aprende conceptos que están fuera del espacio y del tiempo, conforme a su condición inespacial e intemporal(por más que el espíritu viva una «temporalidad sin fin»), en tanto que el cuerpo es afectado por la experiencia.

DENTRO DEL ESPÍRITU:

Intelecto….se mueve en el ámbito de los conceptos universales, por lo tanto no está sujeto al aquí y ahora.

Voluntad…..tiende hacia el bien ofrecido por el entendimiento, el cual no se limita al aquí y ahorta; por tanto, no está sometida al espacio ni al tiempo.

DENTRO DEL CUERPO:

Sentidos…..se mueven en el ámbito de lo particular. POR TANTO, SE COMPORTAN FRENTE AL ENTENDIMIENTO COMO el «hecho» o «existencia» frente a la «esencia».

Apetitos…..se mueven en lo particular. POR CONSIGUIENTE, se comportan frente a la voluntad como el «hecho» o la «existencia» frente a la «esencia».

Cuerpo..hechos,existencia//Espíritu….esencia//Alma…mediación

Sentidos…Tierra///Intelecto…Sol///Imaginación…Luna.

¿Cómo es posible tal mediación? Imaginación, diríamos hoy; «Phantasia», «Phantasma»(Sto. Tomás). Se parece al hecho en que es una «variación» del mismo, una especie de superposición de muchos hechos recogida por el «sentido interno»; y se asemeja a la esencia en el intento de resumirlos.

Por eso el proceso de fijación de lo volátil pasa por la imaginación en sentido descendente(«Cola del Dragón»); y el de volatilización de lo fijo discurre en sentido ascendente

(«Cabeza»)///Puesto que el «mundus imaginalis» es el ámbito de la Luna en conjunción con ambos nodos, se comprende, dicho sea de pasada, que la «imaginación» separada de los hechos y de las esencias es un fenómeno clave para comprender el ámbito de la homosexualidad («Luna negra» y «Cola», según se aluda a la atrofia o hipertrofia del alma: en el primer caso, los hechos tienden a vaciarse en favor de los esquemas abstractos; en el segundo, las esencias se eclipsan ante el hecho hipertrofiado).

Cuerpo…aquí y ahora///Espíritu…inespacial y atemporal///Alma…mediadora.

Si el espíritu es estatismo y el cuerpo movimiento, el alma sería una especie de síntesis de ambos. La vida como despliegue de los nodos, como anudamiento y desenlace.

La muerte supone la desaparición del mundo de los sentidos, pero no del ámbito del entendimiento, de ahí su parecido con el sueño, por más que del sueño de la muerte no haya despertar en sentido mundano.

El lenguaje como expresión del mundo visto desde el entendimiento.

Los sentidos captan lo particular, que es mortal; el entendimiento aprehende lo universal, que es inmortal.

Dos momentos de la fenomenología(o, mejor, su desideratum, fuera del alcance de las posibilidades humanas):

1) Reducción o «épojè»…de lo fijo a lo volátil, o del hecho a la esencia, tránsito simbolizado pasivamente por la «Cola» y activamente por la «Cabeza».

2) Retorno al «Lebenswelt» o «integración»…de lo volátil a lo fijo, de la esencia al hecho transfigurado, tránsito sobrenatural simbolizado pasivamente por la «Cola» y activamente por la «Cabeza».(¿CUERPO GLORIOSO?).

RESUMEN DE ATRIBUCIONES:

Cuerpo(sentidos, hechos, existencia)….Ecuador o plano del horizonte(según perspectiva macro o microcósmica).

Espíritu(intelecto, esencias)….Eclíptica.

Yo(síntesis)….Eje equinoccial o eje ASC.-DSC.(según perspectivas).

Alma(imaginación, imágenes)….Órbita lunar.

Alma trascendental(«mundus imaginalis»)….Eje nodal, referido al equinoccial o al ASC.-DSC. según perspectivas macro o microcósmica.

¿Qué representan los planetas? Aspectos del espíritu en cuanto que rigen los distintos sectores del Zodíaco. También figuran otras tantas «tierras» y, por consiguiente, posibles «subjetividades» al modo terrestre ordenadas jerárquicamente.

UN PROBLEMA CLAVE: ¿Cómo se pasa de las esencias a los hechos? A través del tiempo. La descripción astrológica es fácil:

Plano zodiacal o eclíptico….campo global de las esencias desencarnadas.

Plano terrestre o ecuatorial….campo global de la posible encarnación.

Eje equinoccial….lugar donde se efectúa el tránsito entre ambos planos.

AHORA SE INTRODUCE EL ESPACIO Y EL TIEMPO (como consecuencia de los movimientos de traslación y de rotación).

Por el primero, el Sol y los demás planetas se mueven en el Zodíaco proyectando esencias sobre la Tierra.

Plano del horizonte….lugar concreto de la posible encarnación.

Eje ASC.-DSC….lugar donde se efectúa el tránsito entre el campo global de las esencias y el de los hechos.

Así, a través del ASC. se produce la particularización de las esencias en los hechos: mediante el movimiento de rotación, los diferentes puntos de su superficie van pasando por delante de un signo, es decir, de una esencia, la cual se encarna sucesivamente en ellos.

¿Cabe dar nombre a estos distintos planos?

Punto central….Dios en cuanto concebido por el intelecto.

Zodíaco….Sujeto trascendental global e indiviso.

Signos….Ámbito de las Ideas más globales.

Planetas en el Zodíaco….proyección de las Ideas hacia el mundo sensible.

Eje equinoccial….Encarnación de las ideas en el macrocosmos= ámbito de la imaginación.

Eje ASC.-DSC….Surgimiento de los hechos o de los individuos, encarnación de las Ideas en el microcosmos.

¿Y los planetas, qué simbolizan?

Energías análogas a las de las potencias espirituales. Por ejemplo:

Sol………..espíritu.

Luna……….alma e imaginación.

Mercurio……mente.

Venus………identificación con el otro, la heteroafirmación.

Marte………voluntad y fuerza individualizadoras, autoafirmadoras.

Júpiter…… instancia globalizadora y expansiva.

Saturno…….intelecto.

Urano………globalización del intelecto.

Neptuno…….identificación con la instancia más global.

Plutón……..globalización de la voluntad.

¿Y los elementos, qué simbolizan?

Tierra…..hechos, cuerpo.

Agua…….sensación, impresión, imaginación, alma.

Aire…….idea, esencia, entendimiento.

Fuego……voluntad.

Sentido descendente: fuego-aire-agua-tierra(como en el símil platónico del carro alado).

Sentido ascendente: tierra-agua-aire-fuego.

Sucesión de los elementos en el Zodíaco: fuego-tierra-aire-agua. Es decir, fuego y tierra son los «extremos» puestos en contacto, como espíritu y cuerpo; en cuanto a aire y agua, son los mediadores: el primero es la mente; el segundo, las emociones. Por tanto, entre voluntad y hecho, o entre espíritu y cuerpo, la mediación se establece a partir de idea e imaginación, o de mente y pasiones.

Observaciones complementarias

Macrocosmos

Eclíptica(en longitud y latitud)….vía del espíritu propiamente dicho(Sol).

Eclíptica(en longitud)….vía de las dimensiones del espíritu(planetas).

Eclíptica(en longitud)….vía del alma(Luna).

4 elementos x 3 dimensiones= 12 signos.

Especificación de los planetas

(Acepciones derivadas de los elementos: fuego…voluntad, yo; aire…mente, razón, esencia; agua…emotividad; tierra…corporeidad, hecho.)

Sol………espíritu(fuego)

Mercurio….mente-cuerpo(aire-tierra)

Venus…….apetito concupiscible, mente-cuerpo(aire-tierra)

Marte…….apetito irascible, voluntad-emociones(fuego-agua)

Júpiter…..voluntad-emociones de nivel superior (fuego-agua)

Saturno…..entendimiento-cuerpo(aire-tierra)

Los planetas nuevos representan niveles globales o integradores.

Microcosmos

Encarnación y personalización del macrocosmos a partir del ASC. y las casas. La intersección entre los círculos que determinan las casas con la eclíptica constituyen el microcosmos. Es el plano del horizonte el que define la encarnación propiamente dicha.

4 elementos x 3 dimensiones= 12 casas.

Planetas

Mediadores entre macrocosmos y microcosmos. Rigen los distintos planos del macrocosmos. Aunque los signos equidisten de la Tierra, en cuanto regidos por los planetas son más «próximos» o más «lejanos».

Sol y Luna

Por último, la transformación propiamente dicha de hechos en esencias(o de alma en espíritu) y viceversa viene determinada por el eje nodal, que, conectado con alguna casa del microcosmos, media entre el espíritu propiamente dicho (eclíptica en longitud y latitud) y el cuerpo.

PRELUDIO INTELECTUAL A LA «SUSPENSIÓN DE LAS POTENCIAS»

-Cansancio existencial o intelectual que nos abre a Dios; presentación ante Él de todas nuestras miserias y limitaciones; a esto sigue una actitud de aceptación que viene de Lo Alto, sin hablar de los momentos de paz y de inspiración, así como la permanente disponibilidad, no definida, para hacer su voluntad.

-Relativización de todo lo mundano y sensación de estar siempre al cabo de la calle; todo ello mezclado de un reconocimiento de la propia debilidad e insuficiencia.

-En realidad, la unión de un creyente con Dios es tan estrecha y más que la existente entre alma y cuerpo.

-La «tiniebla de la fe» como algo con lo que hay que contar siempre; no obstante, quizá Dios no nos habla con más frecuencia porque no hacemos el silencio necesario para escucharle; hay que estar atento; así aprenderemos dónde estamos en la relación con Dios; mucho camino antes de la «suspensión de las potencias» de la 5ª morada, pues hemos de aburrirnos de tanto discurso y de tanta reflexión; pero esta suspensión no podemos forzarla en modo alguno, como tampoco podemos forzar el sueño mediante cualesquiera procedimientos basados en la vigilia; simplemente, hay que esperar o, mejor dicho, no desesperar de que vaya a venir; y, de la misma manera que entre la vigilia y el sueño profundo (análogo a la «suspensión») hay un intervalo de «ensoñaciones», también en la vida espiritual hay un tiempo en que uno ya duerme, pero sin llegar al sueño profundo; por tanto, el sueño profundo puede tomarse como un símbolo de la «suspensión»; se trata de un ir más allá de la dualidad sujeto-mundo, que caracteriza a la vigilia, y de la dualidad sutil sujeto ensoñador-mundo soñado; cuando la dualidad anterior se refiere únicamente al mundo, el término sería la fusión con el mundo; por el contrario, cuando la dualidad anterior es sujeto-Dios, el término será la fusión con Dios a través de la «suspensión de las potencias».

-Alusión a la fenomenología: diferentes pasos, que van desde el Yo trascendental al Nosotros y al Sí; pero todos ellos no abandonarían el ámbito intelectual, que, en último extremo, sólo puede ser rebasado por la experiencia mística que se inicia en la 5ª morada); dificultad que se les plantea a quienes tienen su pensamiento referido a Dios, pero sin rebasar el ámbito filosófico y sin que tal dualidad culmine en una actitud de oración; pues sólo por la oración termina Dios por hacérsenos presente y sólo por el hábito de la oración se llega a la «suspensión». ¿Qué es lo que da sentido a la vida? No se trata de la mera idea de Dios, sino de un contacto real con Él.

-La práctica de la oración continua y la espera del Espíritu Santo, que «gime en nosotros con gemidos inenarrables».


-Interpretación de todos los saberes, actividades y actitudes a partir de esa experiencia. Por ejemplo, ¿qué consecuencias tiene tal contacto para la astrología. La visión que nos ofrece el tema astral no nos lleva a concebirnos como hijos de Dios, sino únicamente como microcosmos, un cosmos en pequeño, imagen de un Dios que rebasa los símbolos y las ideas y no se reduce a una «síntesis» de factores astrales, por más que éstos, iluminados por una experiencia momentánea de Dios, adquieran una gran fuerza ilustrativa.

-Y, siguiendo en esta línea, ¿cabe estructurar la astrología a partir del Tetragrama? Establezcamos algunas correspondencias entre las letras del Nombre y los símbolos astrales. En primer lugar, tendríamos los 4 puntos cardinales, que se manifiestan al hacer la señal de la cruz: Iod….Arriba/1ª He….Izquierda/Váu….Abajo/2ª He….Derecha. A no ser que nos santigüemos al modo oriental, en cuyo caso: Iod….Arriba/1ªHe….Derecha/Váu….Abajo/2 ª He….Izquierda. Como es sabido, un campo magnético engendra una corriente eléctrica perpendicular, y viceversa, de la misma manera que el amor paterno-filial (vertical) engendra el amor fraterno-conyugal (horizontal).

-Según eso, las correspondencias con los elementos serían: Iod….0ºCáncer (agua)/1ª He….0ºLibra (aire)/Váu….0ºCapricornio(tierra)/2ª He….0ºAries(fuego), y el sentido sería el de los planetas en los signos, es decir, N-O-S-E. En cuanto a la correspondencia con las casas, tendríamos: Iod….M.C./1ºHe….O/Váu….F.C./2ª He….E, y el sentido sería

el del movimiento de los planetas en las casas, o sea, S-O-N-E.

-En realidad, el Tetragrama, al incluir un movimiento que del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, a la vez que otro movimiento que va del Espíritu del Padre al del Hijo y viceversa, encierra los dos sentidos.

-Comparación entre la experiencia de la fe (certidumbre inquebrantable en que Cristo nos salva; mediante ella sabemos que seremos transformados en otros Cristos y alcanzaremos la vida eterna) y la experiencia natural de la inmortalidad del alma obtenida de distintas maneras: énstasis plotiniano y de otros filósofos, como Descartes y Husserl (salvadas las distancias en favor de éste último), cuya percepción de la «res cogitans» y del «yo trascendental» tienen, sin duda, el mérito de hacernos rebasar la esfera corpórea y psíquica. O, en otro sentido, el desdoblamiento del ocultismo, que, dicho sea de pasada, no puede mostrarnos el cuerpo desde fuera, al menos en visión física, puesto que no se trata de un ver con el cuerpo, sino, como máximo, del sentir incorpóreo de que estamos a distancia de él. Por otra parte, el colocarnos a distancia del cuerpo, que los ocultistas toman como una demostración de la reencarnación, comporta un desprecio de todo lo relacionado con el cuerpo, como mortal e irrelevante, en lugar de comprender que todo sujeto lleva consigo un objeto. Ya Descartes quedó «colgado» en ese distanciamiento, del que sólo pudo salir apelando a la veracidad divina, que no puede engañarnos al hacernos percibir un mundo y un cuerpo.


-A partir del método fenomenológico se hace posible la armonización entre la razón y la fe, la filosofía y la teología. Y tanto más lo será cuanto más fiel pretenda ser a la experiencia de la «suspensión», que supone fusión, eso sí sin abolición del sujeto humano. Sabiendo que no puede llegar hasta la «suspensión», obra de la gracia, la fenomenología sí puede hacernos conscientes de sus límites, que no son otros que los del Nosotros y el Sí trascendentales, que permanecen en el ámbito de lo creado.