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«NATURALEZA» Y «SOBRENATURALEZA» EN LENGUAJE ASTROLÓGICO

 

 

-A diferencia del concepto griego de «naturaleza», el cristiano incluye también al espíritu, es decir, materia+vida+conciencia+autoconciencia.

-Totalidad «arquetípica» («macrocosmos»)…… Zodíaco vernal+planetas (al margen del tiempo).

-«Microcosmos» ….Zodíaco local+planetas (espacio y tiempo como referencia al cuerpo en sí mismo y en su acción indirecta sobre el espíritu. Aunque creado en el momento de la concepción, este no viene reflejado, al no ser material ni mortal. Por tanto, el tema astral no incluye la autoconciencia, a no ser de modo indirecto y analógico).

 

 

-¿Y Dios, aparece en el tema? Sólo de un modo análogo. Conectado con Sagitario, Júpiter, la IX y sus regentes. La religiosidad depende de la IX y de sus relaciones con la I (así, en mi caso, Todo ello nos lleva a una cuestión trascendental: la índole de la idea de Dios que cada uno se forma y que rige su vida; de ahí la multiplicidad de «pruebas». Relación entre esquema de la IX y el paulino «son inexcusables» de la carta a los Romanos. Cada persona posee un esquema particular a la hora de abordar la existencia de Dios. Ahora bien, según san Pablo, las obras de Dios son tan patentes que nadie puede excusarse de no darle culto como creador. Aplicado esto al esquema de la IX, nos lleva a concluir que, por difíciles que sean los ángulos que la definen, el sujeto nunca quedará exento de culpa si le niega a Dios el culto debido. Por consiguiente, la gracia por la que Dios auxilia a cada persona queda siempre supuesta, así como la capacidad del intelecto para elevarse a Dios y de la voluntad para obrar en consecuencia. Como decíamos arriba, lo importante es saber que el esquema de la religiosidad, por negativo que fuere, no justifica ningún tipo de ateísmo o de agnosticismo. Simplemente, refleja el tipo de dificultad con el que ha de enfrentarse el sujeto en su camino hacia Dios. Puede haber asimismo un exceso de facilidades en este terreno, con lo que se correría el riesgo de atribuirse a sí mismo no sólo los propios méritos, sino también lo que es acción exclusiva de la gracia. Algo semejante puede decirse de otros ámbitos del tema astral. Es decir, cualquiera que sea el esquema de una casa, el sujeto posee recursos suficientes para, con la ayuda de la gracia, realizar las mejores expectativas.

 

-Como dice santo Tomás, los atributos divinos se perfilan mediante 3 vías: «afirmación», que supone atribuir a Dios todas las cualidades de las creaturas que no implican negatividad o limitación; «negación», por la que se excluyen del Ser Supremo todos los defectos de las creaturas; «eminencia», por la que se elevan a un «exponente» infinito las cualidades positivas de las creaturas al atribuirlas a Dios.

 

-¿Pueden relacionarse las «vías» para la demostración de la existencia de Dios (movimiento, efecto-causa, contingencia, grados de perfección, finalidad) con el simbolismo astral? Quizá sí, pero habría que ampliar las vías a 7, como los planetas, o a 12, como los signos zodiacales. Así, por ejemplo, podría hablarse de la «fuerza» de Marte; la «suavidad» de Venus; la «inteligencia» de Mercurio; la «bondad» de Júpiter; la «vida» de la Luna; el «fundamento» de Saturno. Y también de la «energía primordial» de Aries; la «acumulación» de Tauro; la «dualidad» de Géminis; el «origen» de Cáncer; el «poder» de Leo; el «orden» de Virgo; el «equilibrio» de Libra; el «desasimiento» de Escorpión; la «trascendencia» de Sagitario; la «culminación» de Capricornio; la «fusión» de Piscis. Para cada sujeto, Dios tiende a manifestarse de una de esas formas, y aunque los ángulos de la IX y sus regentes resulten desfavorables, la gracia divina siempre auxilia.

 

 

-El estudio de la IX nos dará también la clave de la espiritualidad de una persona y las principales etapas de su desarrollo.

 

 

-En cuanto a la sobrenaturaleza, es la participación en la Divinidad. La naturaleza sólo tiene potencia obediencial, cuya actualización no está en manos del hombre. No sabemos cuándo ni cómo actúa la gracia; tan sólo conocemos los defectos de la naturaleza a los que la gracia ha de poner remedio. Es verdad que nuestro conocimiento de la naturaleza es limitado, pero la misma Escritura dice que la razón es suficiente para, a partir de la consideración de las creaturas, dar culto a Dios. ¿Podemos averiguar algo más a propósito de la sobrenaturaleza? ¿Qué es la deificación del hombre? En principio, una participación en la Divinidad que le es ofrecida al hombre y a la que él ha de responder. ¿A qué llamamos «naturaleza»? Más allá de la distinción entre «naturaleza» y «espíritu», utilizada, entre otros, por Hegel y que, con diversos matices, es admitida por muchas doctrinas, podemos emplear el vocablo para designar todo lo que no es Dios, es decir, la creación en su totalidad. La acepción mencionada se justifica en lo que respecta al ser humano, ya que sólo él tiene acceso a la deificación. En este sentido, el lenguaje astrológico, como cualquier otro, sirve para describir la «naturaleza», incluyendo en ella, eso sí, de manera análoga, el ámbito de la libertad. Y no porque la libertad dependa de factores físicos o materiales, sino porque así lo ha querido Dios, que estableció una cierta «sincronicidad» entre acontecimientos físicos y eventos espirituales, de manera que dichos acontecimientos sirvieran de signo mientras vivimos en este mundo.

 

-Si la «naturaleza» es la totalidad de lo creado, cabe distinguir en ella los 7 niveles o «reinos» a los que nos referíamos en otro lugar. Si los planetas y el Zodíaco son los arquetipos de todos los entes, su simbolismo habrá de adaptarse a cada uno de ellos. 1) En el caso de los sometidos al tiempo y al espacio cósmicos (1-2-3), la aplicación no ofrece mayor dificultad, aunque cada uno de los «reinos» en cuestión modulará las «influencias» en un sentido peculiar. 2) En los no sometidos al espacio, ni tampoco al tiempo continuo (sí al discreto)(5-6-7), el simbolismo solo tiene aplicación «espacial-jerárquica». 3) En cuanto al «reino» mediador, el humano, la aplicación será a la vez sincrónica y diacrónica. Evidentemente, el tiempo es diferente del que se da en los tres primeros «reinos». Por un lado, el espíritu es capaz de moverse en el terreno intemporal del pensamiento y de la voluntad; por otro, «se deja llevar» por el tiempo corpóreo, al menos en parte, puesto que, en otras ocasiones, impone su ritmo. A diferencia de los «reinos» angélicos, que solo se mueven en el tiempo discreto, en el eón, el humano se mueve en el continuo, aunque también se mueva en el ámbito intemporal. Este «reino» ha sido elevado al orden sobrenatural. Ahora bien, si «gratia non destruit naturam, sed eam perficit», la deificación respetará nuestro ser para, a continuación, transformarlo. En la «naturaleza» hay una «potentia oboedientialis» que predispone al hombre a recibir la gracia.

 

 

¿Es posible formular una analogía astrológica de la gracia? En principio, sí, pero antes hay que partir de la analogía «natural» de participación. Supuestos los 5 argumentos tomistas para probar la existencia de Dios (o quizá 7, tantos como los planetas:

Luna….vida/Mercurio….movimiento/

Venus….alteridad/ Marte….mismidad/

Sol….manifestación/

Júpiter….grados del ser, expansión/

Saturno….finalidad, contracción),

añadiremos las 3 vías (afirmación, negación y eminencia)

 a la hora de definir los atributos divinos.

 

La analogía nos lleva a comprender de alguna manera el ser divino en sus atributos. Otra cosa es entrar en comunicación con Él. Aquí tiene que haber un deseo de elevarse hasta Él (religión natural) o una intervención de Dios, una revelación (sobrenatural). En el primer caso, el deseo de entrar en contacto con Dios establece un «puente» entre lo «natural» y lo «sobrenatural». En el segundo, el «puente» ya es efectivo, y no es otro que Cristo.

 

De la «naturaleza» a la «sobrenaturaleza»

¿Cuál es el modo de «disponerse» a la recepción de la gracia? En primer lugar, hacerse consciente de que la «naturaleza» humana, aunque herida, no ha perdido su capacidad de abrirse al orden divino. Por tanto, habá que partir de la actitud receptiva de la voluntad, apoyada en un intelecto que constata la existencia de Dios y admite la Revelación (cabe preguntarse por el «mínimo exigible» a las personas que provienen de las tres religiones «monoteístas». Parece que semejante «mínimo» consistirá en algo así como el cumplimiento de los mandamientos divinos. En cuanto a los adherentes a otras religiones, parece que el «mínimo» consistirá en el deseo de superar los apegos del «ego», a fin de elevarse a los «estados superiores» del ser).

 

Se trata de asimilarnos al ser de Dios, a su intelecto y a su voluntad. Eso supone un salir de sí mismo y un reconocimiento de la incapacidad para abandonar el propio egoísmo. De ahí que todos los santos hablen de la humildad (de «humus») como el principio de la vida sobrenatural. Supuesta la humildad, que nos conduce desde la «memoria sui» a la «memoria Dei», hay que reemplazar los conocimientos del intelecto por los del Verbo y las decisiones de la voluntad por los «decretos de la Voluntad divina», que es, ante todo, Amor. Para fomentar la virtud de la humildad resulta de utilidad el conocimiento de los «defectos» y «virtudes» tal como se deriva de la interpretación astrológica, que tiene en cuenta la mayor o menor «fuerza» planetaria («domicilio», «exilio», etc.), así como los aspectos armónicos o inarmónicos. Aquí, la frase de santa Teresa («La humildad es la verdad») viene a colación: a) de una manera clara, cuando miramos los «aspectos» negativos entre planetas, así como la posición de los mismos en «destierro» o «caída»; b) de un modo menos claro, cuando consideramos los «aspectos» positivos, así como la posición de los planetas en «domicilio» o «exaltación» («cave ne cadas»), pues pueden dar lugar a actitudes arrogantes o a exceso de confianza.

 

Por tanto, el conocimiento de sí que da la astrología es muy adecuado para fomentar la virtud de la humildad, ya que nos muestra de dónde debemos partir en el camino espiritual. La interpretación nos dará a entender, pues, el nivel humano sobre el que actúa la gracia, al menos en abstracto.

 

-Por consiguiente, la autoconciencia ha de transformarse en «conciencia de Dios en nosotros»; la ontología en fe; la moral en religión (cf. Kierkegaard).

 

 

-La distancia entre el orden «natural» y el «sobrenatural» aparece con toda claridad cuando el ser humano intenta cumplir los mandamientos. El fracaso de esa tentativa nos muestra la dificultad para elevarnos al orden «sobrenatural». Por eso cualquier descripción astrológica de una situación plantea una tensión moral hacia el ideal inalcanzable por los propios medios.

-Solo por la gracia es posible llevar a la práctica lo ordenado  en los mandamientos.

 

-¿Cómo se abre uno a la gracia? Oración, sacramentos (y aquí se supone siempre la «potentia oboedientialis»).

 

-Es importante destacar que la «naturaleza», aun siendo el correlato de la gracia, no existe en estado puro. Siempre se encuentra ya elevada al orden sobrenatural, de manera que sus posibilidades varían de una persona a otra, por más que siempre exista una libertad radical común a todos. Pero no es lo mismo nacer en el seno de una religión superior que en un ambiente irreligioso.

 

-¿Qué consecuencias tiene esto para la interpretación astrológica? Conviene remitirse a lo que ya se dijo en otro lugar a propósito de la hermenéutica concreta de los símbolos, que tiene mucho que ver con la «experiencia», es decir, con la correspondencia observada hasta ahora entre símbolo y acontecimiento.

 

-Eso sí, habrá que comenzar por definir astrológicamente el mínimo de libertad común a todos. Y eso se hará a partir del ASC., los planetas próximos a él y el regente, así como el planeta dominante del tema.

 

-Ahora bien, supuesto el mínimo, las posibilidades crecerán a medida que el entorno «natural» ofrezca mayores «oportunidades», no digamos el entorno «sobrenatural».

 

-¿Cuál es, entonces, la utilidad del análisis astrológico para la comprensión de la «naturaleza»? Conocer los defectos o limitaciones, así como las virtudes de cada «cielo» planetario en orden a la apertura a la gracia.

 

-Aquí el análisis partirá, en principio, de un «a priori», las correspondencias conocidas entre planetas y acontecimientos, que siempre habrán de desembocar en estructuraciones globalizadoras.

-Pero también tendrá en cuenta las correspondencias observadas «a posteriori», derivadas del análisis de casos concretos.

 

-Llegaremos así a una clasificación de «naturalezas» en su apertura al orden «sobrenatural».

 

-Entre el «ya-no» y el «todavía-no»: necesidad de «completar» la vida terrestre con la vida trascendente.

 

-La vida del creyente hay que entenderla siempre a la luz de la trascendencia, pero, a medida que maduramos, el otro mundo se va haciendo cada vez más presente.

 

-«Aún no se ha revelado lo que seremos». Sin embargo, poco a poco nos acercamos a ello.

 

-¿Cabe «formular» el más allá a partir del esquema astrológico natural? Sí, pero de un modo aproximativo e incompleto. El punto-síntesis puede servir de referencia como «punto de aplicación» de la gracia. Por lo demás, la casa VIII y su regente nos indicará la índole de la muerte, así como de las sucesivas «crisis» o transformaciones.

 

 

-En cuanto a la «proximidad» del más allá (Dios y el «contenido» de la IX), puede relacionarse «naturalmente» con los tránsitos y direcciones a la IX y a su regente.

 

-¿Se manifiesta Dios de la misma manera a todas las personas? No, ya que el modo de llegar a Él es diferente en cada caso. En efecto, la modalidad vendrá marcada por el signo y el regente de la IX. «Quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur», dice el viejo proverbio, lo cual quiere decir que, siendo el mismo Dios, adopta distintos «rostros» según las personas. De todos modos, los atributos ocupan una jerarquía, y todos se subordinan al ser más profundo, que es el Amor. Es la jerarquía que rige en el Reino de los Cielos, tal como aparece en los escritos de los místicos.

 

-¿Es posible establecer una continuidad entre la jerarquía «natural» (astrológica, por ejemplo) y la celeste? ¿Sirve aquí de utilidad el proverbio «Gratia non destruit naturam…»? Parece que sí, ya que la «naturaleza» existe y puede ser descrita mediante diferentes lenguajes. Otra cosa es que la «sobrenaturaleza» reproduzca, sin más, la «naturaleza». En efecto, puede ocurrir que ésta última no responda bien a la acción de la gracia. Si semejante respuesta puede ser depurada en el Purgatorio, la jerarquía «natural» se mantendrá y será perfeccionada por la gracia. No así una «naturaleza» que se convierte en «antinaturaleza»: en tal caso, la jerarquía «natural» se transformará en una «jerarquía invertida».

 

Por tanto, el análisis de un tema astral insistirá en sus posibilidades propias y describirá el rango jerárquico «natural» al que pertenece, a la vez que instará a aprovechar las posibilidades en cuestión.

 

¿Cómo describir astrológicamente la «naturaleza»? Importancia del ASC., de su regente y de los planetas en I, pero también del planeta dominante del tema.

 

 

En otro lugar nos referíamos a las cuatro etapas del desarrollo de un tema y que van desde la «conjunción» gracia/voluntad hasta el «cuarto menguante» gracia/voluntad… Ésa sería una buena descripción, aunque abstracta, a saber, no es posible anticipar en concreto el cuándo ni el cómo actuará la gracia; sí, en cambio, delinear cuáles son las fases de la evolución espiritual de una persona. Y si la operación concreta de la voluntad no pertenece al espacio-tiempo, puesto que es abstracta, tanto menos accesible resultará la de la gracia. Otra cosa es el estudio, hecho por analogía, de la capacidad concreta de un ser para llegar a Dios, de su religiosidad (análisis de la IX). Pues bien, algo semejante e incomparablemente menos comprensible será el acceso a la gracia.

 

-Finalmente, «gratia non destruit naturam…«. Por tanto, la gracia transforma las malas tendencias, ligadas a un «mal» aspecto astral y mejora las vinculadas a los «buenos» aspectos.

 

 

-De manera que el tema astral no puede darnos una descripción de la existencia bajo el signo de la gracia, sino a lo sumo un relato de lo que, en teoría, puede ser nuestra existencia si se deja llevar por las «inclinaciones» que la caracterizan, «buenas» y «malas» (entrecomillamos porque, al margen de las decisiones de la voluntad, del esfuerzo del intelecto y de la continuidad de la  memoria, no son otra cosa que meras «pasiones» de la corporeidad). Si la voluntad se limita a seguir el camino que le marcan los aspectos astrales, la biografía de una persona podría escribirse a priori, al menos a grandes rasgos.

 

 

-¿Cuál es el vínculo entre la temporalidad y espacialidad del cuerpo, por un lado, y la intemporalidad e inespacialidad del espíritu, por otro? No lo conocemos con precisión; lo que sí sabemos es que la memoria del yo, la actividad del intelecto y las decisiones de la voluntad se encarnan en el mundo temporal y espacial, a la vez que éste es asumido en el mundo intemporal e inespacial de las tres «potencias del alma». ¿Cómo es posible realizar semejante unión, una unión que podría muy bien simbolizarse mediante la intersección de dos órbitas mediante el correspondiente «eje nodal»?

 

 

-Ahora bien, si es posible representar dicho vínculo mediante un eje nodal, convendrá señalar la distancia entre cuerpo y espíritu: si el primero se desarrolla en el tiempo y en el espacio, el segundo no está limitado por esas coordenadas. ¿Cabe entonces extrapolar analógicamente al ámbito del espíritu los símbolos planetarios? Parece que sí: desligados de su dimensión temporal y espacial, tales símbolos aparecen como otros tantos niveles del espíritu y de su operación. En un ente angélico, el «tiempo» a considerar no sería otro que el «aevum», el tiempo no continuo, sino «discreto», marcado por las distintas operaciones del ente angélico. En el espíritu humano, el tiempo es continuo, en virtud de la unión con el cuerpo. Éste constituiría, pues, la «materia», cuyo devenir marcado por las influencias astrales, recibiría la «forma» del espíritu, que asumiría las influencias en cuestión y las modificaría a su albedrío, eso sí en resonancia con los niveles análogos del espíritu antes aludidos.

 

-Puesto que el hombre es un ser en el que confluye la inespacialidad del espíritu y la espacialidad del cuerpo, la intemporalidad del espíritu y la temporalidad del cuerpo, las características del cuerpo proporcionarán la «materia» y las del espíritu la «forma», de manera que la biografía astrológica, de por sí restringida al cuerpo, servirá de «punto de aplicación» para el espíritu. Claro está, el «Júpiter» del cuerpo es el análogo del «Júpiter» del espíritu, que no implica tiempo ni espacio. Y así, cualquier aspecto del cuerpo tiene su análogo en el espíritu, es decir, reúne en sí identidad y diferencia. ¿Y el orden de la gracia, admite analogías con el cuerpo y con el espíritu? Sí, con tal que las formulemos adecuadamente a partir de la «potencia obediencial».

MÍSTICA Y LENGUAJE




¿Puede expresarse de algún modo la experiencia mística? Cualquier lenguaje puede servirle de apoyatura, pero los rebasa a todos. Tensión entre la definición y la indefinición, la identidad y la diferencia, el límite y la ausencia de límite. El «equilibrio de la Balanza». El amor como signo supremo de la mística.

-Experiencia de la fe: ilustrar sus distintos aspectos o pasos (¿de qué manera se presenta? Cansancio existencial o intelectual que nos abre a Dios; presentación ante él de todas nuestras miserias y limitaciones; a esto sigue una actitud de aceptación que viene de Lo Alto, sin hablar de los momentos de paz y de inspiración, así como la permanente disponibilidad, no definida, para hacer su voluntad; relativización de todo lo mundano y sensación de estar siempre al cabo de la calle; todo ello mezclado de un reconocimiento de la propia debilidad e insuficiencia; sin embargo, la unión de un creyente con Dios es tan estrecha y más que la existente entre alma y cuerpo, como diría Bardet; la «tiniebla de la fe» como algo con lo que hay que contar siempre; no obstante, quizá Dios no nos habla con más frecuencia porque no hacemos el silencio necesario para escucharle; hay que estar atento; así aprenderemos dónde estamos en la relación con Dios; mucho camino antes de la «suspensión de las potencias» de la 5ª morada, pues hemos de aburrirnos de tanto discurso y de tanta reflexión; pero esta suspensión no podemos forzarla en modo alguno, como tampoco podemos forzar el sueño mediante cualesquiera procedimientos basados en la vigilia; simplemente, hay que esperar o, mejor dicho, no desesperar de que vaya a venir; y, de la misma manera que entre la vigilia y el sueño profundo (análogo a la «suspensión») hay un intervalo de «ensoñaciones», también en la vida espiritual hay un tiempo en que uno ya duerme, pero sin llegar al sueño profundo; por tanto, el sueño profundo puede tomarse como un símbolo de la «suspensión»; se trata de un ir más allá de la dualidad sujeto-mundo, que caracteriza a la vigilia, y de la dualidad sutil sujeto ensoñador-mundo soñado; cuando la dualidad anterior se refiere únicamente al mundo, el término sería la fusión con el mundo; por el contrario, cuando la dualidad anterior es sujeto-Dios, el término será la fusión con Dios a través de la «suspensión de las potencias» (alusión a la fenomenología y a la dimensión intencional o unitiva de la misma; diferentes pasos, que van desde el Yo trascendental al Nosotros y al Sí; pero todos ellos no abandonarían el ámbito intelectual, que, en último extremo, sólo puede ser rebasado por la experiencia mística que se inicia en la 5ª morada); dificultad que se les plantea a quienes tienen su pensamiento referido a Dios, pero sin rebasar el ámbito filosófico y sin que tal dualidad culmine en una actitud de oración; pues sólo por la oración termina Dios por hacérsenos presente y sólo por el hábito de la oración («El Espíritu gime en nosotros con gemidos inenarrables»)se llega a la «suspensión». ¿Qué es lo que da sentido a la vida? No se trata de la mera idea de Dios, sino de un contacto real con Él.


-Interpretación de todos los saberes, actividades y actitudes a partir de esa experiencia (por ejemplo, ¿qué consecuencias tiene tal contacto para la astrología?


-La visión que nos ofrece el tema astral no nos lleva a concebirnos como hijos de Dios, sino únicamente como microcosmos, un cosmos en pequeño, imagen de un Dios que rebasa los símbolos y las ideas y no se reduce a una «síntesis» de factores astrales, por más que éstos, iluminados por una experiencia momentánea de Dios, adquieran una gran fuerza ilustrativa.

¿Cabe, no obstante, estructurar la astrología a partir del Tetragrama? Varios ensayos he hecho sobre el particular, pero conviene profundizar más.


Establezcamos algunas correspondencias entre las letras del Nombre y los símbolos astrales. En primer lugar, tendríamos los 4 puntos cardinales, que aparecen al hacer la señal de la cruz: Iod….Arriba/1ª He….Izquierda/Váu….Abajo/2ª He….Derecha. A no ser que nos santigüemos al modo oriental, en cuyo caso: Iod….Arriba/1ªHe….Derecha/Váu….Abajo/2 ª He….Izquierda.

Lo cierto es que un campo magnético engendra una corriente eléctrica perpendicular, y viceversa, de la misma manera que el amor paterno-filial (vertical) engendra el amor fraterno-conyugal (horizontal).


Según eso, las correspondencias con los elementos serían: Iod….0ºCáncer (agua)/1ª He….0ºLibra (aire)/Váu….0ºCapricornio(tierra)/2ª He….0ºAries(fuego), y el sentido sería el de los planetas en los signos, es decir, N-O-S-E. En cuanto a la correspondencia con las casas, tendríamos: Iod….M.C./1ºHe….O/Váu….F.C./2ª He….E, y el sentido sería el del movimiento de los planetas en las casas, o sea, S-O-N-E. En realidad, el Tetragrama, al incluir un movimiento que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, a la vez que otro movimiento que va del Espíritu del Padre al del Hijo y viceversa, encierra los dos sentidos.


¿Cabe deducir la reversibilidad del tiempo a partir de la reversibilidad del espacio? No, porque la reversibilidad del tiempo implicaría su anulación y eso no es otra cosa que la eternidad. Cuando se dice: «Aquí el tiempo deviene espacio» se está expresando eso mismo. Por lo demás, la simultaneidad de un movimiento y su inverso en el espacio no es lo mismo que la interacción de dos polos en la eternidad, puesto que aquella simultaneidad supone un tiempo, de manera que ambos movimientos se dan en el mismo instante.

-No puede compararse la experiencia de la fe (certidumbre inquebrantable en que Cristo nos salva; mediante ella sabemos que seremos transformados en otros Cristos y alcanzaremos la vida eterna)con la convicción natural de la inmortalidad del alma obtenida de distintas maneras: énstasis plotiniano y de otros filósofos, como Descartes y Husserl (salvadas las distancias en favor de éste último), cuya percepción de la «res cogitans» y del «yo trascendental» tienen, sin duda, el mérito de hacernos rebasar la esfera corpórea y psíquica.


O, en otro sentido, el desdoblamiento del ocultismo, que, dicho sea de pasada, no puede mostrarnos el cuerpo desde fuera, al menos en visión física, puesto que no se trata de un ver con el cuerpo, sino, como máximo, del sentir incorpóreo de que estamos a distancia de él. Por otra parte, el colocarnos a distancia del cuerpo, que los ocultistas toman como una demostración de la «reencarnación», comporta un desprecio de todo lo relacionado con el cuerpo, como mortal e irrelevante, en lugar de comprender que todo sujeto lleva consigo un objeto. Ya Descartes quedó «colgado» en ese distanciamiento, del que sólo pudo salir apelando a la veracidad divina, que no puede engañarnos al hacernos percibir un mundo y un cuerpo.

-A partir del método fenomenológico se hace posible la armonización entre la razón y la fe, la filosofía y la teología. Y tanto más lo será cuanto más fiel pretenda ser a la experiencia de la «suspensión», que supone fusión, eso sí sin abolición del sujeto humano. Sabiendo que no puede llegar hasta la «suspensión», obra de la gracia, la fenomenología sí puede hacernos conscientes de sus límites, que no son otros que los del Nosotros y el Sí trascendentales, que permanecen en el ámbito de lo creado.

-¿Y la consideración numérica de la Revelación, cómo se justifica o se demuestra? En otros lugares se expuso la plausibilidad de la clave tradicional, no alejandrina de la Escritura, que se aplicaría al hebreo del A.T. y al griego del N.T. Se da la circunstancia de que ambas lenguas emplean alfabetos de 27 letras, por más que el griego del N.T. deje de utilizar las consabidas digamma, koppa y sampi.

-¿Cómo incide la investigación de los números en la vida espiritual? Positivamente, mientrasse mantenga como la «exégesis de los humildes»de que habla Bardet; no así cuando uno se dispersa en «numerologías».

-Rezar antes de abordar cualquier problema, como hacía santo Tomás, que decía haber aprendido más en la oración que en la reflexión.

-Acción del Espíritu Santo sobre el conocimiento natural de cualquier tipo, a fin de renovarlo y transformarlo.


-El artículo «Un camino hacia las certidumbres del hombre interior»ofrece algunas pautas para comprender el tránsito de la gnosis a la fe.

-Dificultad para reconstruir el tránsito de la gnosis a la fe e incluso cada una de las etapas. En mi caso, la inclinación «gnóstica» es propia de Mercurio de Aries y en conjunción con Sol. En oposición con Neptuno, Mercurio da a entender un rechazo de la «mística», que solo es aceptada y comprendida a través del trígono Urano-Neptuno. Y aunque Urano venga dispositado por Mercurio, éste vuelve circularmente a aquél a través de su dispositor, Marte, dispositado a su vez por Urano. Mercurio contra Neptuno señala, pues, el rechazo de lo «místico» o de lo no racional, un racionalismo que viene completado por el sextil de Mercurio con Urano y el trígono con Plutón («gnosis»). En cuanto a la fe, quizá se impone en su inclinación natural (Neptuno) a través del dispositor de Neptuno, Venus, que se encuentra en el M.C., en conflicto, por lo demás, con la «gnosis» (Plutón).

-Examinar también la «humildad» o «ausencia de ego» de Neptuno, pues su oposición al Sol y a Mercurio, y su cuadratura con Luna crean problemas de soberbia y de arrogancia, sin contar con la cuadratura (larga) de Júpiter con Sol.

-Así, pues, la fe tiene que ver con la experiencia de Neptuno, positiva a través de Urano y PLutón, ambos en buenos ángulos con Mercurio y Sol.

-En cuanto al eje nodal, dice relación a la fusión alma-espíritu: Sol como dispositor del nodo ascendente y Urano como dispositor del nodo descendente son aquí muy importantes. El primero tiene que ver con el conocimiento supremo o «divino», que rige en este caso la fusión activa alma-espíritu; el segundo es mediador entre Mercurio y Neptuno y rige la fusión pasiva alma-espíritu.

-¿Tiene que ver el Sol con la fe? Más bien con la teología, puesto que la fe supone oscuridad. En mi caso, el Sol, regente de la personalidad, se proyecta en la IX: ser en la esfera del conocimiento divino.

-Significadores generales de Dios: Sagitario, Júpiter y Neptuno. En mi tema: Aries, Marte-Plutón, Sol en IX.

-A la hora de representar determinados conocimientos o atmósferas, tener en cuenta si el planeta está en su trono, en exaltación, exilio o caída, o bien se encuentra «peregrino». Así, Sol en Libra puede referirse a un conocimiento o a una realidad en exilio, mientras que Venus en Libra aludirá a un conocimiento o a una realidad en su trono.

A propósito del conflicto gnosis-fe pueden aducirse algunas reflexiones relacionadas con el momento en que se escriben estas reflexiones (primeros de febrero de 2004): Luna prog. en cuadratura con Luna natal, conjunción con Mercurio natal, oposición con Neptuno y sextil con Urano asímismo natales. Se trata, por tanto, de una activación de rasgos natales muy marcados, pero de manera menos tensa que de costumbre. En efecto, habitualmente nos las habemos con una «equidistancia» del alma con la razón y la «mística», mientras que ahora se trata de una «identificación» con la primera y de un distanciamiento de la segunda. Si, en el tema natal, la Luna ejerce de contrapunto con el Sol al marcar la «equidistancia» ya aludida, en esta época la Luna se convierte en reflejo y aliado del Sol.


¿Qué simbolismo va asociado al Sol? La claridad, la síntesis, la voluntad, el intelecto, la visión de los principios o la evidencia de los mismos. Por supuesto, cabe atribuirle el Ser más elevado o «Dios», siempre contemplado desde el intelecto. Y si comprendemos que el amor es la realidad más profunda, el Amor (curiosamente, Sol es el regente de Leo, la «casa del amor»). Lo cierto es que, comparado con los demás planetas, el Sol se sitúa a un nivel superior. De él reciben la luz y el calor los demás y, por consiguiente, habrá que relacionarlo con el ámbito de la metafísica y, en general, con todo lo que pertenece a la realidad primera.

En cuanto a los demás planetas, es de utilidad acudir a la interpretación de los símbolos gráficos que los representan y que hemos desarrollado en algún archivo (Sol-Luna/Marte-Venus/Júpiter-Saturno/Mercurio, de ahí el carácter sintético de Mercurio, que contiene en sí el semicírculo lunar, el círculo solar y la cruz terrestre).

¿Cómo explicar astrológicmente el rechazo de la «mala gnosis»? En cuanto «conocimiento iniciático» o «reservado a unos pocos», la «gnosis» supone un componente elitista, que, llegado al extremo, habrá que conectarlo con malos ángulos de Plutón. Por lo demás,el «umbral interior» marca también los saberes elitistas.


En general, nodo ascendente y Plutón caracterizan a aquellos saberes y conductas que se definen por la búsqueda de la interioridad y del autoconocimiento (añadiendo Plutón la impronta de la «muerte iniciática» o la «muerte al mundo»), pero podrían aplicarse asímismo a saberes «no esotéricos» o simplemente filosóficos.

En el fondo,el rechazo en cuestión no hay que atribuirlo a ángulos concretos, sino a la convicción (basada en la fe) de que el conocimiento divino no es cuestión de intelecto o de práctica ascética, sino de actitud humilde y orante ante Dios, el único que puede darnos su gracia. Con todo, los planetas activos, como Urano y Plutón, inclinan al elitismo y al esfuerzo, mientras que Neptuno inclina a la «mística» o a la receptividad. Según lo cual, la combinación actualentre Urano en Piscis y Neptuno en Acuario favorecería un equilibrio entre ambas tendencias.

En definitiva, no basta con el conocimiento; es necesaria la asimilación a Dios, lo que supone la humildad. Y tampoco basta el conocimiento teórico de lo que es la humildad, sino la práctica constante de la misma.


«El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Cualquier especulación o ejercicio de la razón que conduzca al convencimiento de su existencia («El Dios de los filósofos y de los sabios») solo puede ser el principio. Lo decisivo es lo que viene después: el diálogo con Dios que se revela.


Importante: De acuerdo con mi tema astral, la búsqueda de la «gnosis» aparece como la meta de la vida. Todos los símbolos apuntan en esa dirección. Ha sido el Espíritu Santo el que me ha liberado de esa limitación y me ha otorgado la fe.

Diferencia entre la visión natural de un tema astral y la visión sobrenatural,

Para la visión natural, Dios viene representado por el punto en el centro. A partir de él se dibujan los distintos «cielos» mediante el «radio» adecuado, que representa la voluntad divina operando a tal o cual distancia del centro. Hay que aclarar que el centro en cuestión puede entenderse de dos maneras: a) en el caso del Zodíaco vernal, se identifica con la Tierra; b) en el caso del Zodíaco local, se identifica con el lugar para el que se erige el tema.

Otra cosa es «Dios» en cuanto que designa el contenido de la IX y sus regentes y, en el macrocosmos, el signo de Sagitario y los planetas Júpiter y Neptuno. En este caso parece clara la alusión a Zeus como «padre de los dioses». Pero aquí nos las habemos con una pluralidad de arquetipos de los que Zeus es únicamente el principal, a diferencia del concepto riguroso de Dios, que implica algo único e incomparable.

Para la visión natural, el tema astral representará el modo en que Dios ha creado a un ser y su «fórmula» o «definición» propia. El Zodíaco local figura su «cuerpo» y los planetas, los centros energéticos que se mueven a lo largo de él. O también, el Zodíaco local es el «espacio» y los planetas, los diferentes «cuerpos» que en él se mueven. Asímismo, se puede hablar de «niveles» de ser y de conciencia. La voluntad dispone de ese esquema y lo modifica en la medida de lo posible. Eso sí, a distancia del ser divino.

Según la visión sobrenatural, el sujeto puede apoyarse activamente en su voluntad y pasivamente en la gracia de Dios. De este modo, el ser humano podrá desarrollar no solo sus cualidades o virtudes naturales, sino también las virtudes sobrenaturales, en la medida en que podrá participar del «centro». «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti», decía san Agustín. De manera que, a través de la gracia, el sujeto del tema podrá «identificarse» con el «centro» o, mejor, participar de él, «ser Dios por participación», en expresión de san Juan de la Cruz.

Es útil, pues, analizar las características de un tema. A partir de ellas y con ayuda de la gracia, la voluntad podrá alcanzar esa «Divinidad por participación» a la que aludíamos antes. Ahora bien, no puede iniciarse el proceso sobrenatural mientras no interviene el bautismo, sea de agua, sea de deseo o de martirio. La noción de «bautismo de deseo» es muy compleja y supone una «aspiración» hacia Cristo compatible con cualquier tipo de educación o de sentimiento religioso. Por otra parte, ha de suponerse la «atracción» de Cristo en cualquier existencia, pues la presente economía salvífica es sobrenatural.

¿Cómo ensamblar estos conceptos con el esquema astrológico para hacerlos más «ilustrativos»?

En lo que respecta a los sacramentos, podemos distinguir: a) bautismo: incorporación al orden sobrenatural; b) confirmación: madurez; c) penitencia: retorno a la incorporación tras el arrepentimiento; d) eucaristía: alimento para crecer en el orden sobrenatural; e) orden sacerdotal: enseñar, santificar y gobernar al pueblo de Dios, alimentar espiritualmente; por tanto, ministerio recibido por quienes tienen la responsabilidad de dirigir al pueblo; g) matrimonio: ayuda para realizar en el «microcosmos» familiar la unión entre Cristo y la Iglesia, es decir, para hacer crecer a la Iglesia.

En lo que se refiere a la oración, subrayar que se trata de un respirar, de un latir, en definitiva, de un vivir «al unísono» con Dios, lo que permite deificar cualquier acción.

En cuanto a la inserción de las virtudes teologales en las potencias del alma, es de sobra conocida. La fe es propia del entendimiento; la esperanza se inserta en la memoria; la caridad, en la voluntad. La primera tiene que ver con el compendio de conocimientos revelados (Credo) que hace posible la deificación; la segunda, con el crecimiento y maduración de la nueva identidad sobrenatural del hombre; la tercera, con el querer humano que pugna por transformarse en querer divino. No olvidemos la conexión de la esperanza con el Padre; de la fe, con el Hijo; y de la caridad, con el Espíritu Santo.

Supuesta la inadecuación del lenguaje, cabe utilizarlo para expresar la deificación. Y aquí se incluye cualquier lenguaje, incluido el astrológico: no en vano determinados autores cristianos han comparado los niveles de la mística con la sucesión de los «cielos» planetarios.

Se plantea ahora un problema no sin relación con lo que acabamos de decir, y es el de la discontinuidad entre naturaleza y sobrenaturaleza.

A él aludió Tomás de Aquino en su célebre adagio «Gratia non destruit naturam, sed eam perficit». Lo que viene a decir que la gracia, aun perteneciendo a un orden inconmensurable con el de la naturaleza, no viene a suplantarla o a destruirla, sino que la perfecciona.


¿De qué manera? Reparando sus heridas, completándola en sus deficiencias, etc. Lo cual significa que el orden sobrenatural respeta la naturaleza y la deja ser. ¿Se podría afirmar que la acción de la gracia ha de partir siempre de las condiciones o circunstancias naturales? Sí, de manera que la experiencia «neptuniana» de la gracia, es decir, de Dios, tendrá como base un aspecto neptuniano, y la experiencia «solar» se verificará bajo aspectos solares.

Así, la gracia divina siempre intervendrá (el proverbio «Vocatus vel non vocatus, Deus semper aderit» podría aducirse aquí en un sentido radical y no meramente psicológico), sea cual sea el aspecto que domine y las creencias del sujeto que lo experimente. Y esto nos permitirá ayudar a las personas a través de la interpretación del tema astral y de los aspectos vigentes en una época: se trata de apuntar a la manifestación de Dios análoga a cada aspecto. Otra cosa es el modo como responde cada persona.

Por tanto, llegamos a la conclusión de que, en cualquier situación, Dios aparece como nuestro interlocutor decisivo, de manera que la descripción de la misma aportará la atmósfera en la que la gracia ha de manifestarse o con la que ha de contar.

En el fondo, se trata de una ilustración del adagio «Quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur» («Lo que se recibe, se recibe al modo del que lo recibe»). Por lo demás, la gracia no solo perfecciona la naturaleza, también la cura.

LA TIRANÍA DE LO FÁCTICO: «PROHIBIDO PROHIBIR»

En cualquier tertulia o reunión que se precie de ser fiel a la «actualidad» se habla mucho de la realidad «de hecho», de la situación «de hecho», por contraste con lo legislado o lo instituido, generalmente tildado de anacrónico o ilegítimo por no ajustarse a «lo que pasa en la calle».
Siempre existió y existirá la tensión entre el ser y el deber-ser: es el tema de la Moral. Pues se trata precisamente de perfeccionar los hechos para que se acerquen lo más posible al ideal.
En eso se diferencia el hombre del animal, que, por definición, es a-moral, es decir, no sujeto a normas o leyes y sí a lo que le aconseja su instinto en cada momento.
Por eso no cabe aplicar a ninguna conducta humana el calificativo de amoral, por mucho que determinados comportamientos de por sí profundamente inmorales parezcan amorales, como el del asesino que, a fuerza de matar, llega a no sentir el menor remordimiento.
En efecto, semejante asesino jamás debe de ser confundido con un animal depredador. Hay una distancia, pues el animal forma parte de la Naturaleza: por favor, no «calumniemos» a los animales.
Imponer a toda costa el ideal fue la estrategia de todo autoritarismo y dogmatismo (que, todavía hoy, algunos confunden con «dogma»: lo que es objeto de fe porque rebasa el ámbito de la razón; «dogmatismo», en cambio, es exigir la fe allí donde la razón sobra y basta). Lo sabíamos.
Pero no se es tan consciente de que existe otro tipo de dogmatismo: el de quien considera que nada hay por encima de la propia razón y voluntad. De ahí que hiciese fortuna el imperativo acuñado en la «revolución» parisina de mayo del ´68, el célebre «prohibido prohibir», es decir, la reivindicación de la tiranía del hecho.
Lo cual equivalía a dinamitar toda forma de gobierno
y de autoridad en nombre de la supuesta legitimidad de la rebelión, pues «prohibido prohibir» significa otorgar carta de validez a cualquier comportamiento, por arbitrario que sea.
El empuje de la realidad «de hecho» se manifiesta en todos los ámbitos. Todo es provisional, «a prueba», «a cata», de manera que una educación basada en tales «principios» (que no son sino la inversión del verdadero, del principio moral) solo producirá antropoides, humanoides, «animalicos», salvadas, naturalmente, las distancias a favor de éstos últimos.
Incluso la Iglesia sufre presiones muy fuertes de cierta gente, que quiere convertir los sacramentos en ritos «light», en mero pretexto para una celebración multitudinaria y costosa.
Y así, con frecuencia, tenemos una «Confirmación» de los que no quieren ser cristianos adultos; una «Eucaristía» recibida mecánicamente; un «Orden» otorgado a sujetos sin preparación o considerado como una opción provisional; un «Matrimonio» contraido por personas inmaduras, que no saben a qué se comprometen y piensan, por ejemplo, que el estado conyugal no está reñido con la infidelidad o que no es una unión para siempre.
Es verdad que la Iglesia, consciente del descenso general de nivel en todos los órdenes, se muestra comprensiva. Así, por ejemplo, cuando declara la
nulidad del Matrimonio basándose en la inmadurez psicológica de los contrayentes, en su incapacidad para la convivencia o en otros impedimentos. Pero ello no implica, claro está, la menor claudicación ante la realidad «de hecho»: no existe el «Matrimonio a prueba».
En fin, tomémoslo con humor y constatemos que la «ESO» (abreviatura de «Edad Super Oscura») se ha dejado sentir en todo. Viene a mi mente una anécdota. Sabe el lector que en algunos grandes almacenes se dan bastantes facilidades para devolver
una mercancía o, en todo caso, para cambiarla por otra. Pues bien, hubo una vez un cliente que, a los seis (6!) meses de haber adquirido un artículo, fue a devolverlo. Con mucha amabilidad le contestó el dependiente: «¡Comprenda Ud. que alguna vez tendremos que dar los artículos por vendidos!».<img src="http://www.lacoctelera.com/myfiles/www-espacioblog-com-analog/prohibido-prohibir(1).png?Expires=1413669600&Signature=Q5imLYOKvs-RQWTwkxobHuHP0UCZY-sreJZL40IwfOuhWOG5ZiHWPzuxZDxK19JDS5Xa2c4BLy2MTXKu-eKPXGEk-2awEE1YvlU-KmEHvZLu0V4JBFU5Bgbpw3BxPrjbJThI8uOWBEaVXk2M1Xw5g0TsDXGYw24yoJ9eVepF-~g_&Key-Pair-Id=APKAJYN3LZI5CG46B7AA&Policy=eyJTdGF0ZW1lbnQiOlt7IlJlc291cmNlIjoiaHR0cDovL2QzZHM0b3k3ZzF3cnFxLmNsb3VkZnJvbnQubmV0L3d3dy1lc3BhY2lvYmxvZy1jb20tYW5hbG9nL215ZmlsZXMvcHJvaGliaWRvLXByb2hpYmlyKDEpLnBuZyIsIkNvbmRpdGlvbiI6eyJEYXRlTGVzc1RoYW4iOnsiQVdTOkVwb2NoVGltZSI6MTQxMzY2OTYwMH19fV19" width="150" height="150" class="imgcen" /