Archivo de la etiqueta: cielos planetarios

¿CABE HABLAR DE UN «TEMA RADICAL» DE LA TIERRA?

1) No es posible ir más allá de los temas más importantes ya conocidos. En todo caso, no se puede encontrar el tema último acudiendo a la historia. Semejante tema no podría ser otro que el del principio del tiempo. Ahora bien, resulta imposible encontrar a priori el fin o el principio del tiempo. Tan sólo por revelación cabría averiguarlo.

2) No obstante, a partir de un momento dado, sería posible establecer por progresión o regresión puntos del tiempo originarios o resolutivos para ese mismo instante. Es decir, referidos respectivamente al pasado o al futuro.

3) A pesar de lo cual y sin aludir a un tema radical estricto de la Tierra, sí podríamos establecer un paralelismo entre los símbolos astrológicos y las diferentes etapas del desarrollo de la existencia y de la conciencia. Se trata, en definitiva, de proyectar el esquema intemporal de los símbolos sobre la temporalidad.

A) Ahora bien, ¿cuál es, entre los signos, el primero en la jerarquía? Si tenemos en cuenta que el eje horizontal va de 0º Aries a 0º Libra, el Zodíaco se dividirá en dos hemisferios, de los que el superior está por encima del inferior en la escala jerárquica. Lo cual significa que el punto más bajo es 0º Capricornio, y el más alto, 0º Cáncer. Por consiguiente, en el plano temporal, 0º Capricornio representaría el más alto y 0º Cáncer, el más bajo. Y entonces la sucesión estática normal (Sagitario-Capricornio; Escorpión/Acuario;Piscis/Libra;Aries/Virgo;

Tauro/Leo;Géminis/Cáncer se invertiría en el orden temporal (Géminis/Cáncer;Tauro/Leo;Aries/Virgo;

Piscis/Libra;

Escorpión/Acuario; Sagitario/Capricornio). Es evidente, entonces, que las épocas se sucederían por parejas, lo que nos daría una representación correcta de las cosas (“Primum in intentione est ultimum in executione»: «Lo primero en la intención es lo último en la ejecución»). Análogamente, “Primum in hierarchia est ultimum in tempore”: «Lo primero en la jerarquía es lo último en el tiempo»). La sucesión de las épocas según los planetas sería, por tanto, la de los respectivos regentes de los signos (Mercurio (+)/Luna(-);Marte (+)/Mercurio (-); Júpiter(-)/Venus(+); Saturno(+)/Marte(-); Júpiter(+)/Saturno(-)). Ésta sería la evolución desde el punto de vista zodiacal (ecuador-eclíptica).

B) En cuanto a la basada en el orden de los “cielos” planetarios, forma con la anterior un ángulo de 30º, pues, en lugar de centrarse en el eje solsticial (0º Capricornio-0º Cáncer), gira en torno al eje 0º Acuario-0º Leo. Y se aplicaría a los signos según regencias (Cáncer-Leo; Géminis-Virgo, etc.)..

C)Por último, si partimos de las órbitas planetarias por orden de extensión, tendríamos la sucesión estática Plutón-Neptuno-Urano, etc., de manera que, en el plano temporal, resultaría: Luna-Mercurio-Venus. Y se aplicaría a los signos de acuerdo con las regencias: Cáncer/Géminis/Virgo; Tauro-Libra;Aries-Escorpión…).ESTA PARECE LA PRIMORDIAL, SOBRE TODO CUANDO SE ENTIENDEN LOS PLANETAS COMO SÍMBOLOS DE LOS ESTADOS DEL SER, DE POR SÍ SIMULTÁNEOS. DE MANERA QUE LA ERA DE PLUTÓN ENGLOBA A TODAS LAS DEMÁS. ¿QUÉ SIGNO MARCARÁ ENTONCES EL ORIGEN DEL TIEMPO Y, POR TANTO, EL TEMA DE LA TIERRA? AQUEL EN QUE SE SITÚE PLUTÓN.

Así, pues, la perspectiva A) nos da el “punto de aplicación”; la C), el esquema de las “energías” en presencia; la B), la conexión entre signos zodiacales y “energías” planetarias.

Finalmente, surge una pregunta: Supuesta la desigualdad de las órbitas planetarias, ¿cómo distribuirlas proporcionalmente a un intervalo temporal dado? Mediante una sencilla proporción:

suma de los tiempos de revolución de todos los planetas: duración del intervalo o ciclo considerado::tiempo de revolucion de Plutón (por ejemplo): x

.

SOBRE EL SIMBOLISMO DE LOS «CIELOS PLANETARIOS»


1) La sucesión de los «cielos» planetarios hay que entenderla como una ampliación de horizonte, si la contemplamos en el sentido Tierra-Plutón, y como una reducción del mismo, si la miramos en el sentido inverso, Plutón-Tierra.

2) Es decir, que el sentido Tierra-Plutón comienza en la manifestación mínima y desemboca en la máxima, mientras que el inverso va de la máxima a la mínima.

3) En la astrología tradicional (que todavía puede ser utilizada hoy, eso sí con contenidos simbólicos menos precisos que la «nueva»), Tierra-Plutón vendría sustituido por Tierra-Saturno, en donde la manifestación máxima era atribuida a Saturno.

4) Así, pues, y volviendo a la sucesión Tierra-Plutón, este último planeta representará la integración del ser en el ámbito de la manifestación total. Más que hablar de mística en sentido estricto y cristiano, habría que hablar de un acceso al «Sí» global, a la manera de Jung o del Vedanta. Es verdad que luego podrían hacerse aplicaciones al ámbito de la mística cristiana.

5) ¿Qué representa entonces la Luna? Puesto que es «simétrica» del Sol respecto de la Tierra, figurará la individualidad inconsciente o la «infraconciencia». Y también, si se la mira como el «cielo» más próximo a la Tierra, como la individualidad más «reducida» o la individualidad mínima.

6) Por lo cual el eje de los nodos lunares representará los puntos de contacto entre la «individualidad menor» («alma») y la «mayor» («espíritu»), de manera que semejante eje simbolizará la transformación de la esfera lunar en la solar o el acceso de aquélla a ésta.

7) Ahora bien, la esfera solar es la máxima a la que puede aspirar la Tierra, ya que el Sol es una estrella y, por tanto, el «centro». El eje nodal nos otorga, pues, el acceso al «centro».

8) Se trata, en definitiva, de integrar desde el «centro» los diferentes «cielos», que constituyen las sucesivas «periferias». Y así, desde este punto de vista, Neptuno y Plutón son las «periferias» más avanzadas y globales. Pero lo decisivo es situarse más allá de los opuestos y de las tensiones de la «periferia».

9) Y si la periferia es la circunferencia trazada desde el Sol mediante un radio, habrá que servirse de ese radio para volver al origen. ¿De qué índole es el radio? Expansión/contracción como claves del Tetragrama en su dimensión He-He, que discurre entre los polos Iod y Vau, la «corta» y la «larga», el «no manifestado» y el «manifestado».

10) Ahora bien, hay que distinguir entre el «radio real», es decir, el que corresponde a la existencia terrestre ( y que no es otro que el eje nodal y el de los equinoccios) y el radio de los demás planetas o estados de la manifestación (en su caso, el nodo planetario correspondiente).


11) ¿En qué se distingue el eje ecuador-eclíptica o eje de los equinoccios y el nodal? El primero establece el contacto «cuerpo»-«espíritu»; el segundo señala el contacto «alma»-«espíritu». En los dos casos, en el plano macrocósmico. Si queremos trasladarlos al microcósmico habrá que referirlos al ASC., que es respecto del horizonte lo que la Tierra entera respecto del Ecuador. Y, evidentemente, el ASC. simbolizará el «cuerpo» del microcosmos en su contacto con el «espíritu».

12) Si establecemos el tema de la posición de la Luna para la hora natal, el ASC. lunar será la «parte de la fortuna» y jugará su papel junto con el eje nodal.

Si la Luna simboliza el «alma» más próxima a la Tierra (que es el «sujeto»), los demás planetas señalarán «niveles» cada vez más abarcantes del ser, «periferias» con centro en el Sol, que, como estrella, pertenece a otro orden. Pues la Tierra, junto con los demás planetas, no es sino una de las «periferias» en torno al «centro».

De ahí la importancia del eje de los nodos lunares, que establece el contacto entre la órbita lunar y la eclíptica. Es, por tanto, lo que eleva nuestra «alma» lunar al nivel del «espíritu» solar. No en vano se llama a nuestro planeta el mundo «sublunar», como para señalar el punto más bajo a partir del cual nos elevamos a los «cielos». Ahora bien, entrar en contacto con la eclíptica no es únicamente elevarnos al 4º «cielo», sino también y con más propiedad, asumir la perspectiva del «centro», y hacerlo desde el «alma». Pues, desde el «cuerpo» ya la asumimos mediante los nodos terrestres, que establecen el contacto ecuador/eclíptica, es decir, Tierra-Sol. Esto, en lo que respecta al «macrocosmos»; el «microcosmos» es el ámbito de las «casas» y, en particular, del ASC.

A diferencia del eje nodal, que dice relación a la «fusión» o al contacto entre el plano lunar y el solar y, por tanto, señala un lugar o un escenario, los planetas son como actores o agentes. Son otras tantas «Tierras» que, según sus distancias al Sol, simbolizan «cielos» o «esferas» más o menos amplios. Así, Mercurio y Venus, planetas «interiores», representan mundos próximos al centro, mientras que los planetas «exteriores» representarán ámbitos cada vez más alejados, «cuerpos» más densos que la Tierra y, sobre todo, más amplios, menos individualizados, progresivamente más globalizadores. Por otra parte, cuanto más se aproximen a los límites del sistema solar, tanto más se acercarán a la «manifestación» última del centro solar.

En este sentido, el Tetragrama siempre nos proporciona una guía: el «Padre» es como el «Sol»; el «Hijo» es como la Tierra (y, por extensión, cualquier otro planeta); el «Espíritu» es como el «radio» o el «movimiento» o «contacto» entre Sol y Tierra (u otro planeta).

De manera que los sucesivos planetas son como otras tantas «manifestaciones» del «Hijo», las cuales tienden a consumar la «manifestación» del «oculto».

Así, Plutón simboliza: «Muerte al mundo», «experiencia del nuevo nacimiento», «bautismo», «muerte del hombre viejo», «desposorios místicos». Comparado con Neptuno, es como lo acabado respecto de lo incipiente. Neptuno denota «éxtasis», sin que el sujeto desaparezca, pues, pasado el «éxtasis», se produce el retorno a la conciencia normal. Plutón, en cambio, supone muerte a un estado anterior y nuevo nacimiento en otro estado. Es el factor destructor y regenerador. Según su posición, así afectará a este o aquel aspecto del ser. Plutón puede actuar como destructor y regenerador en varias esferas, no necesariamente en el «yo», para lo cual ha de conectarse con el ASC.

TIEMPO ASTRAL Y TIEMPO ESPIRITUAL



Comencemos por definir uno y otro tiempo.

El astral es continuo y viene determinado por el movimiento de los planetas y demás factores móviles. Marca el ritmo de los seres naturales, que se les impone desde fuera.

El espiritual es un flujo discontinuo y viene determinado desde dentro y por los actos del ente espiritual, que se sitúa en un ámbito inespacial e intemporal. Es propio de los espíritus puros, que no tienen relación con la materia.

En el ser humano concurren los dos, de manera que su cuerpo obedece de por sí a los ritmos astrales, mientras que su espíritu posee su propio ritmo interior. Hay, pues, una tensión entre ambos. Por eso el tiempo humano es siempre un tiempo espiritual encarnado, atento como está a los ritmos del cuerpo. No es, por tanto, un tiempo libre, interior y desencarnado como el de los puros espíritus.


El espíritu humano, por su unión con el cuerpo, experimenta el peso del tiempo astral y se ve inclinado a sufrir los vaivenes de éste. En este sentido, la referencia es siempre el cuerpo, que es el campo propio de los ritmos astrológicos. Y el espíritu trata de ejercer su libertad a partir de esta «materia».

De ahí la importancia del saber astrológico, puesto que su descripción del mundo parte siempre del referente «corpóreo». A partir de él, el espíritu, sirviéndose de los símbolos, procurará trascenderlos. Desde la situación corpórea, el espíritu se elevará a otros niveles del símbolo («Como es arriba, así es abajo», tomando siempre la referencia inversa: interior/exterior, etc.). Y es que cuerpo y espíritu se relacionan entre sí como original y reflejo. El conocimiento del espíritu puede partir del cuerpo y viceversa.


¿Cómo se relacionan espíritu y cuerpo y, por tanto, tiempo espiritual y tiempo corpóreo? Como lo no sujeto al espacio-tiempo concreto y lo sometido al «aquí y ahora», como lo universal y lo particular. Por ejemplo, el Neptuno del plano espiritual se asemeja al del plano corpóreo en que ambos implican fusión o indistinción. En el segundo caso se trata de «hechos de fusión»; en el primero, de «esencias».

¿De qué índole son dichas «esencias»? Desde luego, no están limitadas por el espacio-tiempo. La capacidad abstractiva del intelecto, la memoria y la voluntad supone un estar liberados de los hechos físicos y concretos, un mundo que, por otra parte, ha de ser asumido por el espíritu. La distancia, pues, entre el mundo de los hechos y el de las esencias da a entender lo que es la libertad del espíritu, pues el pensamiento y el lenguaje, como también la voluntad se mueven más allá del «aquí y ahora».

A qué distancia se sitúen dependerá de la jerarquía del pensamiento, del lenguaje y de los actos de la voluntad. Cuanto mayor sea el grado de abstracción de los mismos, mayor será la libertad.

Eso sí, la abstracción deberá ir acompañada de la asunción de lo concreto. ¿Cómo se efectúa dicha asunción? Hundiendo las raíces de la abstracción en los hechos más «bajos», «atómicos».

¿Y cuáles son los hechos «atómicos»? Los que se sitúan en una parte infinitesimal del espacio y del tiempo. Es decir, lo que ocurre, por ejemplo, durante el intervalo de una respiración o, en su caso, de un latido cardíaco («El tiempo es respiración o sístole-diástole»). A cada inspiración corresponde una espiración y a cada sístole una diástole.

De por sí, el espíritu se sitúa por encima del «aquí y ahora», aunque se encarne en él y lo acoja. Lo cual quiere decir que a cada grado de interioridad va aparejado otro de exterioridad: a la esencia «humanidad» le acompaña la totalidad de los seres humanos; a la esencia «vida», la totalidad de los vivientes, un colectivo más amplio que el anterior.

O, como dice la Lógica, «a mayor comprensión (abundancia de notas, complejidad), menor extensión, y viceversa»). Así el concepto «ser»
tendrá por correlato la totalidad de los entes.


¿Cómo aplicar este principio a los símbolos astrológicos? Nos encontramos aquí con «categorías» o «predicamentos» que se dicen de todos los entes, desde el nivel más elevado hasta el más bajo. Lo cual hace especialmente difícil su definición.


Y, puesto quela astrología esuna topología universal, los planetas y los signos habrá que comprenderlos como otros tantos lugares o esferas, susceptibles, por otra parte, de interpretación temporal.


Y si todo se basa en una topología, la noción de orden numérico se impone, a saber, el fundado en las sucesivas distancias al centro del sistema y en los periodos de revolución. La subsiguiente observación del simbolismo asociado a cada signo o planeta sirvió para componer la lista de cualidades atribuíbles a cada uno, pero el principio de todo es el orden topológico.


Dicho orden va de la unidad a los demás números y puede considerarse de dentro a fuera o viceversa. De manera que si el centro está en la Tierra; el 1º cieloserá el de la Luna; el 2º corresponde a Mercurio; 3º a Venus; 4º al Sol; 5º a Marte; 6º a Júpiter; 7º a Saturno; 8º a Urano; 9º a Neptuno; y 10º a Plutón. El más abarcante será el de Plutón, seguido del de Neptuno, etc.


Otro ordenamiento es el que toma al Sol como centro y entiende los distintos «cielos» por orden de proximidad al mismo. Evidentemente, nos las habríamos en este caso con un ser y una conciencia solares como puntos de referencia.

Volvamos al ordenamiento geocéntrico. Si aplicamos el principio lógico arriba aludido («A mayor comprensión, menor extensión» y viceversa), Plutón representaría (en el sistema tradicional este papel lo desempeñaría Saturno) la menor comprensión, algo así como el concepto «ser», y la mayor extensión, pues abarcaría a todos los entes; un tema astral con Plutón en IX se caracterizará, pues, por la indagación metafísica.


Análogamente, Neptuno sería el segundo en la jerarquía de los conceptos; en cuanto al Sol, a pesar de su posición en el 4º «cielo», simboliza en su condición de estrella lo que de más esencial hay en la jerarquía del ser; no en vano Platón veía en él el símbolo del Bien, de donde procede toda luz y toda vida.


Y la Luna sería entonces el concepto de mayor comprensión…¿Qué simbolizaría entonces el eje de los nodos lunares? Los puntos de contacto entre los planos extremos: el del espíritu, es decir, el más abstracto y, por tanto, el de menor comprensión y mayor extensión, y el más concreto, esto es, el de mayor comprensión y menor extensión.

Retrotraigamos lo anterior a las reflexiones sobre el tiempo:


El tiempo es tanto más discreto cuanto más elevado es el nivel de las esencias a que corresponde. El del Sol es más discreto que el de Plutón; éste aventaja al de Neptuno, etc., hasta llegar al tiempo lunar, el más próximo al mundo de los hechos.

¿Qué tiempo atribuir a los signos del Zodíaco? Puesto que se trata del plano de la eclíptica, la caracterización del Zodíaco es estática, inmóvil, sincrónica, no conectada propiamente con el tiempo a no ser a través de la sucesión de los «cielos» planetarios. El ordenamiento coincide entonces con el de los «cielos», a excepción de la posición del Sol, que ocupa un lugar contiguo al del «cielo» lunar, como para subrayar la referencia a la Tierra, a la vez que la situación central de la estrella.


Y así, por orden de lejanía decreciente y, por consiguiente, de abstracción, los signos se ordenarían del modo que sigue: Capricornio-Acuario/Sagitario-Piscis/Escorpión-Aries/Libra-Tauro/Géminis-Virgo/Leo-Cáncer.

¿Y a las casas? Dado que son el campo de la concreción por antonomasia, podemos entenderlas por analogía con los signos. Y así, las que están bajo el horizonte serían las más concretas; después, las próximas al eje horizontal; y, por último, las más alejadas de la horizontal serían las más abstractas. Dígase algo semejante en lo que respecta a la vivencia del tiempo.


La definición del espíritu es inseparable de la del cuerpo, expresada en el tema astral. No vale, pues, decir que existe un solo espíritu (como un solo intelecto) para toda la humanidad, como decía Aristóteles, al menos según la interpretación averroísta. Si «la individualidad fuese cosa exclusiva de la materia», no se ve cómo podría existir vida espiritual individual.


Conforme nos elevásemos en la jerarquía del espíritu accederíamos a cotas cada vez más altas de «identidad», opuesta a «diferencia» o «individualidad». (Pero véase el equilibrio trinitario entre unidad y diferencia!).


Y es que la personalidad no equivale sin más a la individualidad, aunque haya de concebirse por analogía con ella.


Las reflexiones anteriores sobre comprensión y extensión ayudan a resolver la dificultad, ya que nos permiten comprender el afrontamiento de espíritu y materia, universalidad y concreción.

Y así, desde la simbología astral,la espiritualidad habría que concebirla, pues, como una conjunción del espíritu (signos y planetas y sus respectivas gradaciones) con la materia (casas). En un tema astral, la situación ideal, la que más favorece(en teoría) el desarrollo espirituales la que aúna los valores de un planeta con los del Sol, la Luna y el eje nodal, todo ello conectado con el Ascendente, tomando siempre como referencia principal la IX, el sector por antonomasia de la espiritualidad.


Habrá que considerar también los significadores generales de la IX: Sagitario, sus regentes Júpiter y Neptuno, sus conexiones con Sol, Luna, «Sol negro», «Luna negra», eje nodal y ASC., sin hablar de las relaciones entre los significadores generales y los particulares.