-La astrología no sólo se aplica al mundo físico, sino que también expresa la temporalidad sin más. Y es el principio de analogía el que nos permite pasar del mundo físico al humano y, de éste, al angélico.
-Proporcionalidad: si el tiempo es «respiración», la unidad humana de tiempo es 3 1/3 segundos. Por otra parte, 1 día= 25920 respiraciones, es decir, 86400 segundos. La duración de la vida humana equivaldrá, pues, a 25920 días, o sea, 72 años de 360 días o 70,96 años normales. En cuanto a la duración de la vida de la humanidad, es de 70,96.25920 años= 1.840.320= 2 kalpas aproximadamente.
–En teoría, esas cifras son lógicas; sin embargo, también cabe pensar que la duración de la humanidad es 100 veces superior a la del individuo(71000=71.100; ¿los «7 días» de la creación); o también 360 veces, como los grados del Zodíaco (360.71=25560, próxima a la precesión, expresada en años).
-Parece que lo más adecuado sería dividir 70,96 años proporcionalmente a los distintos ciclos, empezando por la precesión, es decir, a 25920 (polo y precesión, a saber, «1º Mobile» y «Zodíaco»), 29,45 (Saturno, siguiendo la sucesión de los «cielos»). O, mejor, distinguir entre la experiencia «estelar»(que es la de la «totalidad») y la planetaria (en cuyo caso, se dividiría 70,96 en proporción a 29,45 años, 11,86 años, 2 años, 1 año, 224 días, 88 días y 27,321 días; la suma de las revoluciones planetarias hasta Saturno es de 45 años aprox.). En el caso de que considerásemos el «Sol negro», habría que dividir 70,96 proporcionalmente también a 21000 años (aparte del periodo precesional). Y si tuviéramos en cuenta los planetas modernos, el eje nodal, la «Luna negra», etc., habría que dividir proporcionalmente a 248,5 (Plutón), 164,8 (Neptuno), 84.01 (Urano), 18,59 (eje nodal)…
-Por lo demás, la duración proporcional humana implica asimismo una diferencia de nivel.
-Estudiar el tema de la Era Cristiana desde el punto de vista no sólo de los planetas físicos, sino también de los «humanos» y de los «angélicos» (tránsitos, progresiones, etc.
-En todo momento, las energías en acción sobre un lugar de la superficie terrestre vienen dadas por el tema astral. A ellas obedecen los seres naturales y, por tanto, lo que en nosotros hay de «naturaleza». En cuanto a las dimensiones psíquica y espiritual, su estado y operación puede describirse con categorías astrológicas, pero no su grado de libertad o su orientación moral. Las categorías astrológicas son una especie de “universales”, a la manera de un alfabeto capaz de nombrarlo todo. Supuesto el principio de analogía, pueden aplicarse a la descripción de cualquier realidad, incluso la divina (mediante la aplicación de las vías de afirmación, negación y eminencia), así como a los contenidos accesibles a la «razón iluminada por la fe», en cuyo ámbito la fórmula «Por grande que sea la semejanza entre la criatura y el Creador siempre será mayor la desemejanza” adquiere su máxima radicalidad.
El alefato extrae su tercer novenario del simbolismo planetario; el segundo, referido al ser humano, puede entenderse a partir del último mediante el principio de analogía («en parte idéntico, en parte diverso», como la noción de «ser»). Y el primero, relativo al mundo angélico, implica a su vez la inversión del segundo.
A su vez, dentro del 3º novenario hay una relación de inversión («especular») entre 1º Mobile y Luna; Zodíaco y Mercurio; Saturno y Venus; Júpiter y Sol, quedando como eje central o «espejo neutro», Marte. Y lo mismo ocurre con los otros dos novenarios. La letra «Nun», de valor 14 y simbolismo «marciano», ocupa el centro del alefato. Por consiguiente, supuesto un tema astral, hay 3 planos en los que se manifiesta, y el humano es el intermedio. De manera que existe una inversión entre 1 y 27; 2 y 26; 3 y 25; 4 y 24; 5 y 23; 6 y 22; 7 y 21; 8 y 20; 9 y 19; 10 y 18; 11 y 17; 12 y 16; 13 y 15; 14 («espejo» o punto mediador).
No olvidar, de todas formas, que el alefato puede referirse en su integridad al ser humano: el 1º novenario es el del «espíritu»; el tercero, el del «cuerpo»; el intermedio, el del «alma». Como también puede interpretarse del siguiente modo: el 3º refleja la relación del hombre con el cosmos material; el 1º, la relación con el universo angélico; el 2º, la relación del sujeto humano consigo mismo.